La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, se presentó en Buenos Aires para asistir a la cumbre de Presidentes de Mercosur, aún a sabiendas de que no había sido invitada, y de que muy probablemente no sería recibida, al menos en el cónclave central de la cita.
El comportamiento del gobierno de Nicolás Maduro en materia de respeto a las libertades públicas y los derechos humanos ha sido lo suficientemente notorio como para que el resto de las naciones del bloque subregional, incluyendo a los uruguayos, antiguos aliados de Venezuela, hayan tenido arrestos suficientes para sancionar, o suspender temporalmente, al gobierno de Venezuela.
Digamos, para resumir, que el gobierno chavista de Maduro es lo suficientemente impresentable, y está lo bastante corrompido, como para no querer tenerlo dentro de Mercosur, al menos no en los actuales términos.
En lugar de atenerse a lo que han dispuesto el resto de los socios, y procesar las diferencias por los canales diplomáticos, Rodríguez decidió presentarse a todo evento en la cita de argentina. Todavía no alcanzamos a comprender qué era lo que buscaba el gobierno de Maduro colocando las cosas en esos términos. El manual de conducta del chavismo prescribiría, en estos casos, una buena ración de insultos, y una acusación a Mercosur a distancia, mandada a paseo, por ser instrumento de intereses imperialistas o algo por el estilo. Pero no. Se decidió viajar igual a Argentina, para tocar desesperadamente una puerta cerrada.
Llevando su conducta hasta extremos incomprensibles, Rodríguez se decidió a forzar la barra para estar presente en un lugar donde no la habían llamado. Diga usted si una conducta de este tenor no podría terminar forzando algún tipo de incidente personal que se tradujera en un desencuentro diplomático o político. Unos cuantos empujones serían suficientes para clamar por las agresiones a una dama. El gobierno de Venezuela fue a buscar el incidente.
Correrá ahora el chavismo a victimizarse, como en efecto lo hace, en nombre de la esperanza de los pueblos, pidiendo respeto a la investidura de la Canciller, aunque eso no les quite en absoluto aliento para reprimir, sin ningún rubor, a dirigentes opositores, activistas sociales, líderes estudiantiles y ciudadanos que protestan, quienes a diario son zarandeados, amenazados y agredidos por los funcionarios del gobierno de Delcy Rodríguez.
Hace unos cinco años, en una confusa sesión parlamentaria, una trifulca en el Hemiciclo de sesiones del Palacio Federal Legislativo de Caracas produjo una visible cantidad de diputados lesionados y agredidos. En aquel entonces, a diferencia de ahora, la correlación de los escaños favorecía al PSUV frente a la MUD. La noticia más protuberante de aquella refriega fue María Corina Machado, entonces diputada, líder opositora, quien, como Julio Borges, tuvo que ser operada por fractura del tabique nasal, luego de ser golpeada en la cara por diputados suplentes y funcionarios de protocolo chavistas. Por supuesto, no sucedió absolutamente nada. Son incidentes que se han vuelto parte del folclor venezolano en los años del chavismo.
Eso es el chavismo. Ahí queda retratada su catadura moral. Mientras tanto, seguirán empeñados en anular a la Asamblea Nacional, en secuestrar la institución del voto, en impedir la promulgación de leyes, en imponer un estado de censura, escasez y anarquía, y en vaciar las arcas nacionales, orquestando negocios masivos con el diferencial cambiario.
Muy claro se lo dijo al gobierno de Venezuela el propio Presidente Argentino Mauricio Macri: cobarde es someter por la fuerza a todo un pueblo.