El lenguaje de los «peladitos» de barrio llega a las aulas

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    Comúnmente mal visto por los puristas de la lengua, el albur mexicano florece en los campos de trabajo, las fábricas y los barrios populares, en dónde el ingenio de la calle le da nuevos significados (predominantemente sexuales) a cada palabra en una competencia constante que puede pasar desapercibida para el neófito. En la galería José María Velazco, de Tepito, el albur es objeto de un diplomado impartido no por académicos universitarios sino por la mismísima «reina del albur» a tan solo unas cuadras del corazón del comercio informal en la Ciudad de México. 

    El taller lo dicta Lourdes Díaz, comerciante de ropa en Tepito, quien se mantiene invicta incluso ante los más avezados competidores. La vendedora invita al transeúnte al juego mientras pregona «¿Qué tallas?», refiriéndose a la medida de las prendas que ofrece y aludiendo a un acto sexual al mismo tiempo, «El que entiende se defiende» dice la reina del albur «y el que lo entiende y disfruta el juego, pues se arrima más».