El prostíbulo más grande de Europa no cierra en Navidad

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    Nigerianas, españolas, rumanas, colombianas, dominicanas. Blancas, negras, amarillas o «color cartucho», que es como llaman en Cuba la mezcla entre mulata y trigueña. Desde apenas 50 kilos a los 120 kilogramos de peso. Unas van por libre, o eso dicen, y otras están sometidas a la mano de la mafia.

    Son las chicas del mayor centro callejero de prostitución de Europa: la Colonia Marconi, un polígono industrial dentro del barrio de Villaverde Bajo, en la capital de España, Madrid.

    Se calcula que todos los días, llueva o haga sol, más de 300 chicas se lanzan a las calles desérticas de civilización dentro de este polígono. Sólo se ve basura, más basura en sus anchas y desoladas avenidas, y de vez en cuando un coche parado en el arcén con los cristales cubiertos con una simple toalla. «Un completo en el coche son 40€. Si vamos a una habitación del hotel (hay uno dentro del polígono) hay que pagar 45 € más», dice Ivana, una joven del Este que vive y se prostituye en esas calles. La media de tiempo «por servicio» no suele superar los 10 o 15 minutos. «Aquí cuando el cliente termina se termina el servicio», asegura Ivana. «Y se paga por adelantado».

    Los horarios de las chicas suelen ser de turnos de 12 horas ininterrumpidas. Al mediodía, a la hora de comer, los chulos, sus explotadores, les acercan algo de comer. Antes de hacerlo llaman por teléfono a las chicas para asegurarse de que están en sus puestos de trabajo: una silla en la acera o el mismo asfalto como lugar de recepción. Por la noche, si hace frío, se encienden hogueras para protegerse del aire helador de esa zona desprotegida de Madrid.

    Sandra, de origen dominicano, de 23 años, asegura haber venido a España con la esperanza de trabajar en algo digno. «Cuando llegué no podía hacer nada. Estuve unos meses en un bar de carretera y ahora estoy en un piso con otras cuatro chicas. Por la mañana nos recogen a las 07:30h y nos tienen aquí hasta las 21:30h. No gano más de 40€ al día. El resto del dinero es para ellos (los mafiosos)». No descansas, ni enfermas ni en vacaciones. Incluso en el mes de agosto, cuando las calles del polígono abrasan de calor y está «cerrado por vacaciones», las trasladan a otros lugares para que su maquinaria de hacer dinero sucio no pare de funcionar.

    Parece que se quiere legislar para poder sancionar al cliente, pero por ahora no es posible. La prostitución como tal en España no está penada. Sí se persigue y se trata de luchar contra quienes fuerzan a las mujeres a vender su cuerpo. Son los proxenetas, los que explotan y someten contra su voluntad los cuerpos de estas mujeres, a veces niñas. Mientras tanto, la Policía Nacional hace rondas de vigilancia, ya sea de uniforme o «policía secreta» para tratar de identificar las mafias o multar a algún cliente por escándalo público u obstrucción de la circulación. Las sanciones pueden llegar hasta los 1.000€. Poco dinero por el daño que hacen. Imposible compensar con una multa el daño moral que pueden llegar a hacer a estas chicas.

    Los clientes que acuden a Marconi son de todos los estratos de la sociedad. Puedes encontrarte con un desgraciado sin oficio ni beneficio o con un ejecutivo con 10 minutos libres para buscarse un desahogo por apenas unos euros. La calidad humanas de ambos, sin embargo, es la misma: lamentable.

    Siempre ha habido clases, se suele decir vulgarmente, y el mundo de la prostitución no iba a ser una excepción. En la capital de España a estas chicas les ha tocado la peor de las loterías dentro del bombo malo de la vida. Otras compañeras suyas han corrido mejor suerte dentro de esta porquería y ejercen en casas o clubes donde están protegidas del mal tiempo, comen caliente y quizá saquen en limpio dos o tres veces más que las desgraciadas putas de Marconi.