«Es un orgullo trabajar, aunque sea con la basura»

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    Manuel Antonio Sosa tiene 47 años y trabaja en el aseo urbano, en uno de los municipios de la capital venezolana.  Valora el poder ganar el sustento para sus hijos recogiendo basura,  porque en un momento de su vida casi “toca fondo”.

    Su esposa murió desangrada al intervenir en una riña entre amigas. De eso hace tres años, por lo que se quedó solo con sus niños que ahora tienen 12 y seis años.

    “Para mí  ha sido un orgullo trabajar. Que la gente te vea y diga: ‘mira, está trabajando, no está pidiendo, porque pedir es malo”,  afirma mirando fijamente.

    Recoge cosas de la basura, como zapatos para él y sus hijos, pero  afirma que lo peor es ver a niños, mujeres embarazadas y hombres, comer de los desperdicios, un fenómeno que se acentúa en Venezuela. “Eso es un asco. ¿Por qué lo hacen?, por la necesidad”, se responde a sí mismo.

    Dice que en un momento, cuando estaba desempleado,  pensó en revisar las bolsas de basura. “Yo pasé cinco meses y casi caigo en lo mismo. Menos mal que había muchas personas que me ayudaron a sobrevivir”, acota.  

    Sus fuerzas la saca de sus hijos. “Lucha, lucha hasta que puedas”,  es un consejo que da  sin titubear.