Existe solución al problema del hambre en el mundo

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    Es una suerte de ironía que, mientras los científicos colocan robots en otros planetas para evaluar si podría existir vida como la que conocemos, hay situaciones inaceptables que continúan sin solución en el planeta tierra.  Los reportes de contaminación del aire y de los mares son alarmantes. El clima ha cambiado, la capacidad de producir alimentos está llegando a su límite. Y todo esto ocurre mientras muchos discuten sobre armas, política, modas, “fake news” y otros temas menos relevantes.

    Al final de la lista de discusión queda la población más desvalida, menos productiva y, consecuentemente, más olvidada. Recientemente dediqué uno de estos programas al tema del hambre y un amigo, brillante abogado nicaragüense-americano, me escribió para animarme a seguir poniendo este tema en contexto, pero también me pedía que diera ejemplos de solución.

    Hay 155 millones de niños con retraso en el crecimiento. Ellos dan fe de la incapacidad de los países para atender las necesidades de los olvidados. Sus cuerpos y cerebros nacieron o crecieron con limitaciones, generalmente por la incapacidad de alimentarse correctamente.  No tienen un futuro muy halagador cuando nacen condenados por la desnutrición y su peso en la sociedad como una tarea permanentemente pendiente de los gobiernos, es abrumador, porque ellos son la semilla de generaciones futuras.

    Una revisión rápida de los indicadores de desnutrición en el mundo indican que unos 800 millones de personas no tuvieron y no tienen forma de alimentarse mínimamente, y que presentan retrasos notables en su desarrollo físico y mental. Esto implica que el 12.9% de la población del mundo está sentenciada a vivir permanentemente lejos de condiciones de salud y crecimiento mínimos.

    La Organización Mundial de Salud está al tanto del problema. Consideran sus expertos que la desnutrición es el principal factor que complica el manejo de enfermedades a nivel global.  “Una persona desnutrida tiene dificultad para hacer cosas normales, como crecer o resistir enfermedades. El trabajo físico se vuelve problemático y hasta las capacidades de aprendizaje disminuyen sensiblemente. En cuanto a las mujeres, el embarazo se vuelve algo riesgoso, ya que no es seguro que puedan producir una leche materna que sea nutritiva para el bebé” dice un informe de la OMS al referirse al tema[1].

    Por eso vale la pena reseñar la experiencia de Perú sobre el tema. A partir del año 2002, los indicadores de retraso del crecimiento infantil han venido a la baja en esa nación sudamericana. Desde finales de la presidencia de Alberto Fujimori y pasando por las de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczinsky y ahora Martín Vizcarra se ha considerado el retraso del crecimiento infantil como un problema estratégico nacional a combatir agresiva y directamente.

    Se asignan fondos y apoyos complementarios a las regiones con mayores indicios del problema para garantizar la adecuada nutrición de la población femenina en edad reproductiva, con especial énfasis en las mujeres embarazadas o en período de lactancia. Se ha establecido una política para cuidar especialmente los primeros mil días de vida de los recién nacidos, todos para que el inicio de su desarrollo cuente con los nutrientes básicos mínimos.

    El resultado es asombroso: En menos de una década se redujo a la mitad la desnutrición crónica infantil, según el informe del Banco Mundial. El retraso del crecimiento infantil pasó del 28.3% al 13% y aunque aún hay mucho por hacer, se ha dado ese importante paso.

    ¿Qué nos enseña la experiencia peruana? En primer lugar que con determinación y adecuadas políticas públicas estables en el tiempo, la desnutrición puede ser erradicada y luego que los políticos del mundo deben enfrentar primeramente un problema estratégico crítico, como el retraso del crecimiento infantil y la desnutrición, para buscar cómo resolver temas de salud, educación, desarrollo económico y gobernanza.  Ambos son factores que no se pueden manejar aisladamente, muchos menos en forma intermitente, debe haber consistencia y visión de largo plazo.

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