Si nos atenemos a describir exclusivamente el trayecto de la parábola que ha evidenciado la crisis política venezolana durante la última parte de este año, tendríamos que concluir que, queriendo o sin querer, el Vaticano ha ejecutado una maniobra que no le ha explicado a nadie en favor de Nicolás Maduro.
Para muchas personas en Venezuela las cosas han salido de esta forma porque esa ha sido la intención expresa de Francisco: tranquilizar las cosas, convertir la crisis en una rutina, apaciguar los ánimos y esperar por alguna concesión parcial del Palacio de Miraflores, mientras terminan de aproximarse nuevos comicios presidenciales. Dejar a Maduro tranquilo a ver si la cosa endereza. Apagarle el incendio al gobierno mientras terminan de disiparse las tensiones entre la escasez de medicinas y comida.
Observadores y actores políticos cercanos al epicentro de la Mesa de Diálogo que ha tenido lugar en Caracas, afirman, que, muy por el contrario, la Santa Sede está muy preocupada con el estado actual de las cosas en Venezuela, que está completamente al corriente sobre la verdadera naturaleza política del chavismo, y que no se engañan demasiado en torno a su cuestionable rectitud y sus verdaderas intenciones.
De acuerdo a este reporte, Francisco y sus colaboradores, que ciertamente han hecho saber a Maduro en privado su disgusto por el atasco en las conversaciones y la renuencia del chavismo a cumplir con la palabra empeñada durante el anuncio de los primeros acuerdos de diciembre, están en el medio de una gestión compleja, que con alta probabilidad no germinará de inmediato, y que tendría una próxima estación el venidero 10 de enero, fecha en la cual las comisiones negociadoras de ambas partes gobierno chavista y Oposición democrática- se sienten de nuevo a cotejar lo que se ha podido andar.
Si ha sido sin querer, o ha sido queriendo, las consecuencias, en cualquier caso, están a la vista: Francisco le ha hecho la cama a Maduro y le ha disipado transitoriamente el panorama. De hecho, le ha regalado un enero de 2017 inmerecidamente tranquilo, si tomamos en cuenta que la responsabilidad política y administrativa de Maduro en el actual estado de escasez e hiperinflación es directa.
El pasado 20 de Octubre, al quedar suspendido el Referéndum Revocatorio, el Estado de Derecho en Venezuela había entrado en estado de coma. En esos términos se expresó la Asamblea Nacional. El instrumento del voto quedó en un grave entredicho a los ojos de la comunidad internacional en virtud de la actitud fraudulenta del Poder Electoral. Los venezolanos comprobaron durante 2016 que eligieron un Poder Legislativo vacío de contenido, impedido de legislar y de ejercer sus funciones contraloras naturales, gracias a trapisondas institucionales del chavismo que desconocen la voluntad popular.
Maduro, Cabello y el resto de los chavistas han decidido que van a imponer los contenidos de la disparatada teoría económica que tienen entre manos, y que se la iban a obligar a beber a todo el cuerpo social venezolano. Ese es el origen de la crisis humanitaria venezolana. El Vaticano debe saberlo. Al estado venezolano le han entrado estos años una ingente cantidad de petrodólares que ha sido malbaratada de la forma más corrompida y antinacional, menos cristiana posible, por la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela, ente que se constituye en este momento, por ser los verdaderos administradores de la renta petrolera, en el único responsable de la terrible crisis humanitaria, económica y social que vive Venezuela.
En el pináculo de la crisis, ante un gobierno señalado dentro y fuera del país, que, en un escenario de ruptura institucional, ya había consolidado una golpe seco, en medio de un total desmadre económico, se han aparecido los prelados del Vaticano para colocarle un nuevo formato al llamado a dialogar. Acompañarían a José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos.
Es cierto que el diálogo es un instrumento. Es cierto que la sociedad de masas venezolana con frecuencia no comprende cual es la utilidad concreta del diálogo en un contexto de crisis, que lo malinterpreta, y consecuentemente se desmoviliza y se desmotiva ante la sola formulación de su pertinencia, lo cual , por supuesto, es contraproducente. Lo que jamás debería comportar un llamado a dialogar es el eclipse de toda iniciativa política. El Referéndum Revocatorio quedó licuado cuando apareció el Vaticano.
El análisis del Vaticano, como el de muchos otros que no viven en el país, ha partido del supuesto equivocado: en lugar de correr a salvar a los venezolanos de la imposición total de la dictadura total, que es lo que verdaderamente está planteado en Venezuela, Francisco y sus colaboradores desembarcaron preocupados, soltando voces de alarma ante la eventualidad de una improbable guerra civil. Una guerra civil en la cual uno de los dos lados, que es mayoritario, está desarmado.
Tocados por el ánimo de que los venezolanos no se maten, el salomónico discurso de la Máxima Jerarquía Católica comenzó a distribuir cargas y obligaciones por igual, a pedir gestos cristianos mutuos, a preocuparse por la paz, y no por la legalidad, regalando, no oxígeno, pero si algo de espacio a Maduro, y colocando a las figuras de la Oposición ante una singular, paradójica y disparatada situación de corresponsabilidad.
Peor aun: la dirigencia venezolana agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática, que ha tenido el viento de la aprobación popular a favor, que ya ha sido comprendida en la comunidad internacional, que llegó a formar un estado de opinión ascendente, y que parecía dispuesta a llegar a donde fuera necesario con el objeto de hacer cumplir al gobierno de Maduro con la Constitución, terminó enajenada ante las promesas mediadoras del Vaticano. Tocados por el efecto apaciguador de la mediación, la MUD canceló el calendario de protestas y metió el debate nacional en una nevera. El caramelo que le habían ofrecido a la MUD, que transitó como un espejismo entre todos, se llamaba elecciones generales adelantadas.
Entraron las navidades: los mediadores nada pudieron hacer, y los demonios del chavismo, que tantas loas elevaron a la institución del diálogo, manifestaron que ahora ellos no tenían nada que dialogar, porque nada se pacta con la burguesía.
En todo este episodio parece haber un componente adicional. Tengo la impresión personal de que parte de la dirigencia de la MUD se atuvo de forma demasiado literal a las peticiones del Vaticano, malinterpretando las posibilidades de su autoridad moral, y minimizando las consecuencias de que se concretaran, como es el caso, errores políticos humanos, objetivos: errores políticos como este, que le han hecho involuntariamente el mandado a los malos, que son los menos, en detrimento de los inocentes, que son los más en Venezuela. Errores que cometen las personas, sean o no sean religiosas. Porque aquí lo único que ha quedado claro es que el Vaticano se equivocó.
Muchos sostienen que el Vaticano sigue a tiempo. El tiempo lo dirá. La tragedia continúa. Venezuela es una herida abierta. Al chavismo no le ha costado nada incumplir su palabra: frustrar el Referéndum, desconocer la institución del voto, incumplir el calendario de la elección de Gobernadores, cercenar al legislativo, desconocer la voluntad popular. Conculcar la legalidad en Venezuela mientras el Vaticano ejerce la mediación pensando en que nos ha evitado una guerra civil.