La Constituyente Comunal: la formalización de la dictadura venezolana

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El planteamiento Constituyente de Nicolás Maduro conforma un intento por consolidar el último eslabón de su dictadura en Venezuela. No sabemos si podrá llevarla a efecto con éxito, puesto que su futuro político luce comprometido, pero está claro que aterriza para agravar aún más la crisis política en ese país.

Luego de haber desconocido a la Asamblea Nacional, de haber impedido cualquier iniciativa consultiva de carácter refrendario, y de retrasar deliberadamente, sin ninguna explicación, las citas electorales que la nación tiene pendiente –Alcaldes y Gobernadores-, el presidente de Venezuela se aparece, súbitamente, con una propuesta de “Constituyente Comunal”  que ya ha sido convertida en una iniciativa con carácter de Estado.

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Entre otras cosas, porque fue recibida con alfombra roja por la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena. La misma funcionaria que no ha querido reunirse una sola vez con los dirigentes opositores, desde hace al menos un año, y que luego de emitir una breve nota participando la confiscación de la iniciativa del Referéndum Revocatorio, en Octubre del año pasado, tenía unos cinco meses sin hacer apariciones públicas.

La Constituyente de Maduro prevé el llamado a un cuerpo legislativo para redactar una nueva Constitución, de 500 miembros, la mitad de los cuales será elegido tomando como parámetro un criterio electivo corporativizado, segmentado en sectores sociales,  similar al que tuvo lugar en la Italia de Benito Mussolini, o en las naciones del comunismo clásico: planchas presentadas a partir de la organización de supuestos sujetos campesinos, frentes comunales, indígenas, estudiantes y obreros. Maduro promete que la Asamblea será electa con el voto directo y secreto, pero ha resuelto que la iniciativa de la Constituyente Comunal, con esta elección de segundo grado, y el resultado final de sus deliberaciones, no serán sometidos a ninguna consulta. No habrá Referéndum.  Una vez aprobado su texto, toda la sociedad deberá atenerse a sus disposiciones.

Mientras el cuadro económico y social se agrava, y crece la indignación popular, el estamento dirigente bolivariano, que ha provocado esta crisis con sus inconsecuencias y su improbidad, se atrinchera en el poder, abandona la legalidad, y se lleva por delante al resto de la sociedad.  Pretende el chavismo que los resultados de este planteamiento amañado, que adultera la naturaleza del voto, adopte inmediatamente una dimensión supraconstitucional, cuyas regulaciones sean de obligatorio cumplimiento, mientras se barre con el entramado legal anterior y se asume uno nuevo.

Maduro es un dirigente increíblemente limitado en términos teóricos, sin legitimidad política, objeto de un enorme descrédito público, y conduce un movimiento que hoy es claramente minoritario en Venezuela. De hecho, esta es la única forma con  la cual el chavismo podría aspirar a un resultado electoral favorable. Su debilidad es tal, que, incluso así,  el riesgo de un fracaso político es importante en este contexto.    Eso no le impediría, especialmente si es por la fuerza, crear, conducir y llevar a efecto una Constituyente Comunal, que tenga rango constitucional, a sabiendas de que su fundamento está al margen de la realidad, e imponerla a todo evento, mientras la vida cotidiana de los ciudadanos, irremediablemente, sigue su curso, como sucede en todas las dictaduras.  Algunas voces, que bajo este formato de dominio político igual podrán ser oídas sin ir a prisión, denunciarán, de tanto en tanto, a la dictadura venezolana, y los dirigentes chavistas usarán esas denuncias para defenderse y afirmar la existencia de libertades públicas. Lo mismo que ya ha venido sucediendo en Venezuela, pero un poco peor.

La sordidez evidenciada por el estamento institucional bolivariano, y el carácter estructuralmente inmoral de su proceder,   por supuesto que lo único que ha hecho es rociar con gasolina el incendio de la indignación popular.  Después de todo, el país cursa un crónico y grave cuadro de escasez de medicamentos y comida en medio de un contexto que ya es hiperinflacionario.  Ese es el motivo de la virulencia  de los últimos enfrentamiento de los manifestantes con la policía.

Maduro y sus secuaces, que controlan las televisoras y casi todas las emisoras de radio, promueven un inquietante estado de silencio, y adelantan una agresiva y bien diseñada campaña de contra-información, adelantada por el Ministro de Información, Ernesto Villegas, mientras ejercen un descarnado proceso represivo.   Ha incluido el asesinato de más de 40 manifestantes, casi todos muy jóvenes; asaltos orquestados a residencias; daños vandálicos a la propiedad privada;  saqueos promovidos a comercios; agresiones a paramédicos; asaltos a mano armada a periodistas, y lanzamiento de bombas lacrimógenas a residencias,  escuelas y centros hospitalarios de la clase media que hayan podido estar cercanos a las protestas.  Tan sólo las redes sociales pueden proveer a una ciudadanía sedienta de saber lo que pasa de una aproximación fidedigna de la realidad.     La prensa internacional ha sido testigo de la secuencia de jóvenes asesinados en los enfrentamientos con la Policía y la Guardia Nacional Bolivariana, los cuerpos represivos del chavismo, que suelen ser acompañados por los celebérrimos “Colectivos”, bandas de civiles armados por el gobierno, de carácter paramilitar, a quienes habitualmente les es confiado el trabajo más peliagudo de los enfrentamientos y el castigo represivo.

Este es el actual estado de cosas que promueve, sin el menor rubor, la clase política chavista, los administradores de la renta nacional en estos 20 años, responsable directa de la tragedia histórica que cursa Venezuela. Nicolás Maduro, Disdado Cabello, Cilia Flores, Aristóbulo Istúriz, Elías Jaua, y otros dirigentes obcecados. Son acompañados del Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, la variante militar de este complot planteado en Venezuela desde Febrero del año pasado. 

Golpe para el cual,  Padrino no ha tenido que soltar tanques, ni tomar militarmente televisoras, puesto que le darían una mala imagen,  sino permitir que sus compañeros de causa del mundo civil se apropiaran del estado, vulneraran la naturaleza de la ley, y provocaran la ruptura con la soberanía popular, mientras él los iba acompañando discretamente, haciendo realidad sus deseos desde la realidad del poder de fuego del universo de las armas.

Siempre peinado para la foto, cuando toque hablar como un soldado institucional de la República, mientras, en la sombras, trabaja duro para consolidar la realidad del imposición.

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