La cubana Amelia Goyri murió en 1901 con ocho meses de embarazo, luego de que la presión arterial le provocara un aborto. Fue enterrada en el más conocido cementerio de La Habana, la Necrópolis de Colón, con el bebé entre sus piernas.
Trece años después, su esposo pidió verla, aprovechando la apertura de la tumba. Para su asombro, el cuerpo del niño se encontraba en los brazos del cadáver de su esposa, y así comenzó la leyenda: la del amor hacia Amelia y su niño, la de La Milagrosa y su tumba, la de una ciudad cuyos habitantes le visitan y piden deseos, que según ellos mismos, siempre se cumplen.
