A las 3 y 39 de la tarde se dio a conocer la noticia de que el dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, se encontraba con carácter de huésped en la embajada de Chile; mientras tanto el equipo de comunicaciones del presidente interino, Juan Guaidó, anunciaba que a las 6 de la tarde habrá un pronunciamiento público. Las calles de la capital tenían poco movimiento y en la televisión estatal hacían una revisión de las cuentas de Twitter de dirigentes leales a Maduro. ¿Qué va a pasar es la pregunta que todos se hacen?
Sin duda alguna el solo hecho de que Guaidó al menos hasta ese momento- no hubiera sido detenido por las fuerzas de seguridad de Maduro es algo que llamaba la atención. No obstante, la alocución del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, con un lenguaje contundente pero con una serenidad mancillada fue una señal de alerta.
El destacamento de la Guardia Nacional asignado a la Asamblea Nacional, un número importante de funcionarios del Sebin, y alguna resistencia no violenta en ciertos comandos regionales condujeron a que desde la madrugada la reunión del alto mando del gobierno de Maduro estableciera una suerte de mesa de trabajo.
Diosdado Cabello, figura clave del chavismo, se apostó en Miraflores y llamó a la calle a sus adeptos. En la esquina de Puente Llaguno trataban de emular aquella épica de abril de 2002. Eso mismo hacían funcionarios del gobierno en las calles del centro de Caracas; mientras gobernadores y alcaldes oficialistas desde los medios estatales declaraban absoluta normalidad en sus regiones.
A esa hora, de Maduro solo se había conocido un tweet llamando a tener nervios de acero. Los venezolanos, acostumbrados ya a este tipo de zozobra, seguían a la espera. Rumores van y vienen y solo un tweet mal traducido del Jhon Bolton, asesor de seguridad de la Casa Blanca, trataba de seducir abiertamente a militares y funcionarios ofreciendo levantar sanciones a aquellos que colaboraran con el cese de la usurpación.
Al cierre de esta edición el destino en el corto plazo de Venezuela se sigue diseñando a puerta cerrada en un fuerte militar. La diferencia es que esta vez para Maduro no ha sido fácil controlar la sedición no solo la creada por los funcionarios leales a Guaidó, sino por el punto de quiebre que esa situación ha creado y que han aprovechado muchos militares para expresar su descontento con las políticas impulsadas por Maduro pero sobre todo por la profunda recesión económica que esta vez abre un capítulo inédito y moldea decisiones.