Las nuevas resoluciones de Hamas

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Hamás, el movimiento islamista fundado por Ahmed Yasin 30 años atrás,  en la primera Intifada Palestina, enemigo número 1 de Israel, acaso el grupo político de mayor arraigo entre sus compatriotas hoy por hoy,  acaba de reunirse en Convención en Doha, Catar, para producir algunas modificaciones estatutarias que han generado cierto interés y ramillete de especulaciones.

La más notoria, una consideración general en la cual los judíos, tomados personalmente, no son vistos como enemigos de la causa independentista palestina, puesto que la responsabilidad, de acuerdo a esta interpretación, corresponde al sionismo, expresado en el Estado de Israel.  También,  una aceptación implícita, disuelta en el espíritu de la declaración final, de las fronteras actuales del mapa judeopalestino en disputa, vigentes desde la Guerra de los Seis  Días, en 1967, como punto de partida para un hipotético marco de conversaciones de paz.

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El encuentro produjo, además, otra noticia: el nombramiento de Ismail Haniyeh, uno de los cuadros tenidos como pragmáticos en el bosquejo de la organización, como nuevo líder de Hamás.

Hamás, sin embargo, no abandona el grueso de sus principios rectores, que comprenden la construcción de una Palestina Islámica en los actuales dominios de Israel, con Jerusalén como capital, y que considera legítimo el uso de la violencia para combatir y repeler la ocupación de los judíos de estas tierras.

Las concesiones retóricas de Hamás, según muchos observadores, atienden a circunstancias concretas, entre ellas el descontento de la población palestina, en especial en la Franja de Gaza, víctima por excelencia de la violencia por Israel, que Hamás controla completamente desde hace casi diez años. El movimiento islamista emplea casi todos sus recursos en diseñar estrategias para hacer retroceder a los israelíes. A cambio, las carencias de la población civil, que son catastróficas, se convierten en una circunstancia crónica y comienzan a retumbar en los oídos de su dirigencia. 

Al descontento ciudadano habría que añadir un cierto aislamiento diplomático, vinculado a sus fuentes tradicionales de auxilio, y a la propia tensión intrapalestina, expresada en las malquerencias con Al Fatah, la otra gran organización nacionalista de este país, de carácter laico, fundada por Yasser Arafat, que hoy es el gobierno en los territorios de Cisjordania.

Los territorios que comprenden formalmente la Autoridad Nacional Palestina, ahora llamada Estado de Palestina –Gaza y Cisjordania, presentes en dos porciones de tierra separadas dentro de Israel- permanecen hoy divididos, administrados por gobiernos distintos, luego de la breve guerra interna que ambas facciones mantuvieron en Gaza en 2006. La crisis comenzó cuando Hamás resultara el claro triunfador de los comicios legislativos palestinos y desatara las alarmas en Israel y Occidente. Para muchos, aquella corta guerra civil fue una de las consecuencias de la muerte de Yasser Arafat.

Hamás terminó enfrentando y derrotando al Al Fatah, partido clave dentro del mapa de la OLP, símbolo histórico de la resistencia palestina, y luego se trenzó en combates para expulsarlos totalmente del enclave de Gaza, que pasó a controlar en su totalidad, una vez que Ariel Sharon decidiera retirar a todos los colonos judíos de Gaza.

Durante al menos dos ocasiones en estos diez años, el liderazgo palestino ha estado a punto de concretar un acuerdo marco de reconciliación, que incluya la integración de sus gobiernos y un llamado a elecciones generales en Palestina. Uno de los protagonistas de Hamás en las negociaciones con sus compatriotas de Al Fatah ha sido, precisamente, Haniyeh.

Los acuerdos, sin embargo, aún anunciados con alborozo,  no han podido instrumentarse. Gaza sigue gobernada por Hamás, con criterio islámico, con mano de hierro, con penas severas para quien colabore, o apenas intercambie, con Israel. Orientando sus recursos, en muy buena medida, a los gastos militares y defensivos. En Cisjordania gobierna Al Fatah, con Abbas como Presidente y con el reconocimiento internacional. El marco cisjordano de Abbas es bastante más permisivo, y la vida de los palestinos en Cisjordania, aún con la tensión con Israel y los colonos, es mucho más holgada que en Gaza.

Palestina es un estado que no controla sus recursos ni sus fronteras, puesto que estas son escamoteadas por Israel cuando existen razones de seguridad nacional, y que sobrevive gracias a una cuantiosa ayuda internacional. El agotamiento de su población con los políticos es tema frecuente de reflexión.   A la dirigencia política palestina en Cisjordania se le enrostra la corrupción con la ayuda de los recursos internacionales. A los islamistas de Hamás, de usar todo ese dinero para organizar milicias y educar a sus hijos en el odio a Israel en lugar de invertirlo en hospitales y escuelas.

Se especula, tomando como parámetro las modificaciones estatutarias de Hamás, que Haniyeh podría llevar unas eventuales conversaciones con Israel al terreno político, en un ámbito similar al que ha intentado Abbas: fomentar un acuerdo de tierras por paz, sin el sesgo religioso, usando el mapa de 1967, dejando el grueso de las demandas que separan a las dos comunidades, incluyendo el estatus de Jerusalén, para después.

 La tarea número uno que tiene frente a sí Haniyeh, sin embargo, es bastante más elemental: debería consistir en terminar de cerrar el trato del acuerdo de unidad nacional Palestino, estrechando manos con Abbás, y organizar elecciones en un estado unitario, una perspectiva a la que el actual gobierno de Israel teme, y que se ha esforzado mucho por desbaratar.

Ni Israel, ni Occidente, sin embargo, se hacen ilusiones con Hamás.  Luego de los destrozos militares de las operaciones Plomo Fundido y Margen Protector, que destrozaron a Gaza, han sobrevenido dos años de precaria paz entre estos enemigos a muerte, que suelen ser interpretados por la prensa especializada como los de la acumulación de tensiones para nuevas hostilidades.  

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