Cada 17 de diciembre los cubanos se viste de morado en honor a San Lázaro, y algunos hasta llevan tela de saco.
En las calles, frente a sus casas, muchos levantan altares para celebrar su fiesta. Otros piden favores y ofrecen promesas a esta devoción, considerada la segunda mayor en la isla después de la Virgen de la Caridad del Cobre.