Antes de la cinco de la mañana, Eulogio se llega a un agromercado en la parte antigua de La Habana para esperar media docena de camiones cargados de plátanos, piñas, tomates, frijoles y boniatos.
El agro recibe hortalizas, viandas, frutas y granos desde una cooperativa en la nueva provincia de Mayabeque, al sur de capital. A Eulogio sus compañeros de trabajo lo llaman el mejor bolígrafo de la república, por su innata capacidad para encubrir el robo con trampas financieras.
Asere, yo no soy un improvisado. Desde finales de los años 80 he trabajado como jefe de almacén o contador en agromercados. Han existido tiempos de vacas gordas y vacas flacas. En los 80 se hizo un baro (dinero) largo durante un tiempo, hasta que Fidel mandó a parar. En los 90 fue igual, en 2016 es lo mismo. Es por racha. La especulación la genera la escasez. Donde más se roba es en los agromercados estatales. Es una cadena que comienza en acopio y termina en las oficinas de los jefes. A mí no hay quien me haga un cuento, indica Eulogio.
El mes de mayo ha traído un grupo de rebajas entre un seis y un veinticinco por ciento en las tiendas por moneda dura y los precios excesivos de viandas, frutas y hortalizas, en algunos casos se han desinflado en más del cincuenta por ciento.
Oscar, empleado bancario, considera que todavía se puede rebajar aún más los electrodomésticos, artículos de ferretería, la ropa y la comida que venden en divisas. En el agro los precios topados han aumentado la capacidad de compra. La preocupación de la gente en la calle es si podrán mantener surtidos los mercados. Ya los cubanos hemos tenido experiencias anteriores, bastante negativas. Cuando el Estado interviene en el comercio agrícola las cosas se joden.
Para Elisa, ama de casa, lo que tienen que acabar es de unificar las dos monedas, ésa es la razón de por qué en Cuba hay tantas distorsiones en los precios. A pesar de las rebajas en tiendas y precios topados en muchos agros, el salario y las jubilaciones son tan bajos que el dinero a uno se le se va en comida, y así todo se come mal.
La mayoría de los habaneros consultados para Hispano Post aprueban las medidas que benefician sus bolsillos. Aunque algunas personas tienen dudas razonables sobre la capacidad de los mecanismos productivos estatales.
Nos llegamos a una finca en Bauta, municipio perteneciente a la provincia de Artemisa, a unos 29 kilómetros al oeste de La Habana. Con Gregorio, dueño de una parcela de tierra, trataré de desentrañar el misterio del déficit de alimentos agrícolas.
Pero antes les daré unos datos. Las tierras aptas para el cultivo en Cuba ascienden a 6,3 millones de hectáreas; de ellas solamente están cultivadas 2 millones 640,000 hectáreas. Las tierras infestadas de marabú ascienden a un millón 046,000 hectáreas, lo que representa el 16.4% de esas tierras cultivables.
En la agricultura cubana labora cerca de un millón personas, pero existe un déficit de al menos cien mil puestos de trabajo. En los últimos cinco años, los incumplimientos han sido una constante, lo que ha provocado que los precios de los productos agrícolas en la red minorista sean demasiado caros, si se comparan con los bajos salarios.
Resulta escandaloso que por falta de forraje y agua, en un semestre del año pasado, murieran de hambre y sed 70 mil cabezas de ganado. Muchos de los funcionarios culpables de esas muertes, continúan dirigiendo la agricultura a nivel nacional.
A Gregorio, campesino privado, no le hace falta conocer esas estadísticas para decretar el fracaso de la agricultura después de 1959.
Los desastres los he vivido en carne propia. Un finquero particular no es dueño ni de sus vacas. Cuando se muere una, debes entregar la carne al Estado. Y si decides venderla a empresas del gobierno, te la pagan a mil pesos (40 dólares), cuando una libra de carne de res en el mercado negro cuesta dos dólares con cincuenta centavos, dice Gegorio, y agrega:
Han puesto en marcha mil inventos, normas y programas para desarrollar la agricultura. Y más de la mitad de las tierras cultivables están infestadas de marabú. Cuando el que trabaje la tierra sea el dueño real, tu verás como la comida va sobrar en Cuba, expresa.
Economistas, funcionarios y campesinos no se ponen de acuerdo para concretar un modelo eficiente de producción agrícola. Pero todos llegan a la misma conclusión: la producción es insuficiente.
De vuelta en La Habana, recorrimos varios agros del centro de la ciudad. En los puntos de venta del Estado la oferta varía entre nueve y veinte productos agrícolas, los mejores surtidos. Pero el deterioro de locales, tarimas y condiciones higiénicas meten miedo. Tomates, guayabas y plátanos sucios, algunos de tercera calidad, se venden como de primera.
Nivaldo, maestro de primaria, aprueba las rebajas de precios de alimentos y espera por una subida de salario a los educadores. En su opinión, el problema ahora es el robo escandaloso que sufrimos los consumidores en Cuba. Ya sea en bodegas, carnicerías o agro, cuando te venden equis cantidad de alimentos su peso nunca coincide. Si compras diez libras, te tumban al menos libra y media. Lo que me ahorro en el agro, los dependientes después me lo roban en la pesa.
Danilo, jubilado, encontró una solución al problema. Siempre anda con una pesa portátil para verificar sus compras. Y es que en Cuba los vendedores suelen confundir a un cliente con una caja de caudales.