Mientras en los países de la Europa occidental la religión ocupa un lugar muy discreto en la sociedad y pasa desapercibida entre los jóvenes, en la Rumanía postcomunista los jóvenes cada vez se sienten más atraídos por la fe y la espiritualidad de la Iglesia Ortodoxa.
Jóvenes con carreras universitarias y un estilo de vida corriente, con vida social y buenos trabajos, acuden los domingos a la Iglesia para conectar con Dios. Serenidad, paz y sosiego son las palabras más utilizadas por aquellos jóvenes que si el sábado salen a la discoteca, el domingo están a las 12h en la Iglesia hablándole a Dios de sus problemas.
Fe y juventud forman un binomio en Rumanía difícil de ver en los países vecinos del centro del continente, donde las Iglesias están vacías y los jóvenes no quieren ni oír hablar de ello.
Pero en Rumanía, un país que en 1989 ejecutó a su dictador y que ahora lucha con valentía para que no flaquee la democracia en la que vive, manchada por políticos corruptos y debilitada por una economía que naufraga, se sumerge en la religión como alternativa a un vacío que dicen muchos que llenaron cuando por primera vez hablaron con Dios.
