Manu Ginóbili anuncia su adiós, mientras su leyenda se hace eterna

- Publicidad -

Mundial de Japón 2006. Semifinal España-Argentina. Uno de los partidos más duros y emocionantes de la historia. Con el marcador empatado, el base español Calderón templa su aliento para anotar un único tiro libre. Simultáneamente, el presuroso fluir de imágenes muestra el rostro de Pau Gasol en el banquillo, lesionado, turbado, apretando el puño entre sus labios a punto de estallar en lágrimas.

Sólo restan diecinueve segundos para la conclusión y España atisba la final. El bramido del público se entreteje con los latidos desbocados sobre el parqué, cuando recibe de fondo el ídolo, Manu Ginóbili, el mejor deportista argentino de todos los tiempos. Se forma un aclarado en la cancha. Los jugadores se dispersan, mientras el astro bota el esférico con seguridad, casi arrogancia. Millones de espectadores con el alma en vilo. Sólo él puede cambiar el curso de la historia.

- Publicidad -

 “Es una sensación incomparable y a la vez complicada para un jugador, porque sabes que nunca vas a vivir nada que te transmita esa adrenalina y esa sensación fuera del deporte”.

Pese al conocido e infeliz desenlace albiceleste, las palabras de Manu, pronunciadas durante una entrevista tiempo después, definen a la perfección qué sintió justo en el instante en que recibe la pelota, con la ráfaga apremiante del tiempo a su espalda, y qué motiva a estrellas laureadas y millonarias, que lo han conseguido absolutamente todo, a seguir.

En una ocasión, desde la sala de espera de un centro sanitario, no pude evitar escuchar el apenado lamento de una señora de unos sesenta años: “Pero Doctor, yo adoro el tenis. No he dejado de practicarlo desde que tenía once años. Si no puedo continuar, mi vida pierde uno de sus mayores alicientes. Compréndalo: no puedo aceptarlo sin más”.

No somos conscientes de hasta qué punto la dicha que alimenta nuestro ego y le permite sobrevivir a la insufrible cotidianidad, depende, en realidad, de unos pocos estímulos, cuya inesperada ausencia puede convulsionar completamente nuestra existencia. 

Cuando la sana afición se convierte en desmedida pasión y la simple afinidad en inexorable necesidad, nos cuesta concebir la felicidad sin el cosquilleo asociado a la práctica deportiva.

Pero, si así ocurre en “humildes mortales”, para algunas estrellas profesionales, ganadores patológicos que, practicando hasta la extenuación y renunciando a gran parte de la disipación juvenil, han consagrado su vida a sus sueños deportivos, el final de su carrera supone a menudo un verdadero drama, una ruptura sentimental cuando el enamoramiento todavía palpita en tu interior.

Son purasangres competitivos como Michael Jordan, Kobe Bryant o Manu Ginóbili. Tan intenso el sentimiento, tan profundo su amor por el juego que, vislumbrando el crepúsculo, han sido capaces de someterse a entrenamientos y cuidados espartanos para prolongar su idilio con el balón y con ello la posibilidad de seguir paladeando el adictivo elixir del éxito, la adrenalina del tiro definitivo, la atrayente liturgia que envuelve aquello para lo que han nacido.

“Has sido mi vida, mi pasión, mi motivación, mi inspiración. Te amo baloncesto y siempre lo haré. Mis días como jugador de la NBA han concluido, pero nuestra relación nunca acabará”.

Así se despedía en 2002, a los cuarenta y un años, Michael Jordan tras su segundo, más bien tibio, regreso. Se ha debatido ampliamente sobre cuál es el momento idóneo para el adiós. Desde un punto de vista romántico, sin duda el protagonizado por His Airness en 1998, robando el balón decisivo y anotando la canasta final para ganar un nuevo título, iluminado por el aura invencible de los elegidos.

Pero ese cuento de hadas se ha producido pocas veces a lo largo de la historia –diría que fue esa la única y esplendorosa ocasión-, y el propio protagonista, transcurridos tres años, decidió volver.

Tras soplar cuarenta y una titilantes velas el pasado 28 de julio, rodeado de sus seres queridos, con el privilegio al alcance de muy pocos de escribir el guion de su epílogo, Manu Ginobili decide bajar el telón de su conmovedora función.

“Meditaré si aún me queda algo que dar, o si ya lo di todo”, respondió a los medios tras concluir el último encuentro a finales de abril.

Hasta el último segundo ha sido un espectáculo ver sus pases a una mano tras bote, o como traza con sagaz simetría sus zigzagueantes trayectorias hacia el aro, burlando al defensor con un raudo primer paso tras dribbling, deslizándose con agilidad felina y la fuerza de un toro entre una fronda de atléticos adversarios, para concluir con una impecable extensión del brazo, soltando el esférico con la finura de una caricia o machacando portentosamente.

Como si hubiera hecho un pacto, no con el diablo sino con los magnánimos dioses –los mismos que atendieron sus anhelos pubescentes y elevaron su estatura la friolera de veinticuatro centímetros entre sus dieciséis y dieciocho años-, ha concluido la temporada en un estado colosal, siendo el mejor de su equipo –con 16 puntos, 3 rebotes y 5 asistencias– en la única victoria lograda por los Spurs contra los Warriors en la primera ronda de los playoffs.

Se va quien divinizó el Eurostep, el último representante –aunque Luis Scola aún imparte su magisterio en China- de una manera diferente de concebir el juego, la denominada Generación Dorada del básquet argentino, un grupo de jóvenes crecido en la penumbra del anonimato, que, a base de esfuerzo, talento y amistad, alcanzó en Atenas 2004 una cumbre para la que no estaba predestinado.

Un líder aglutinador que, tras quedar descartado de la disputa por el bronce en los JJ.OO de Pekín 2008, por un grave esguince sufrido en la semifinal contra EE.UU, apenas cuarenta y ocho horas más tarde, arribó al vestuario en solitario, vendó sus tobillos con fuerza y realizó toda una serie de movimientos sobre la pista envuelto en un rictus de tremendo dolor. Cuando sus compañeros llegaron, le encontraron vistiéndose de calle entre sollozos, al comprobar que le era humanamente imposible disputar el partido. Conmovidos por la reacción de su estandarte, se conjuraron para lograr otra histórica medalla.

Han sido dieciséis cursos en la NBA, pero muchos más, hasta un total de veintitrés, desde sus inicios en su Bahía Blanca natal, con una breve estancia en La Rioja. Cuatro anillos de la NBA, un oro olímpico, una Euroliga…pero sobre todo una sensación de inmanente capitanía, de sacrificio y goce extremos hasta el último suspiro.

En un reportaje de hace unos años reconoció haber aprendido a vivir con mayor perspectiva; enfocando cada temporada con la misma ambición, pero sin el extremismo de antaño ante la derrota; saboreando con mayor serenidad el privilegio de dedicarte a lo que adoras.

Dice adiós en plenitud, con todo el mundo de la canasta suspirando por su continuidad; decidiendo cómo y cuándo antes de que las insoslayables leyes de la naturaleza dictaminen por él. Cada asistencia, cada virtuoso juego de pies, cada interacción con Tim Duncan, Tony Parker o Pau Gasol, ha sido un maravilloso obsequio que nunca nos cansaremos de contemplar. Los grandes siempre permanecen. Gracias Manu.

- Publicidad -

Más del autor

Artículos relacionados

Lo más reciente

“¡Salario digno, ya!”: Trabajadores desconfían de los anuncios de Maduro sobre mejoras laborales para el Primero de Mayo

La movilización de los trabajadores y el movimiento sindical independiente de este Primero de Mayo no pudo llegar al centro de Caracas en horas...

Bomberos controlaron incendio en un apartamento en La Candelaria: alrededor de 14 personas resultaron afectadas por el humo

En horas de la tarde del 30 de abril se registró un incendio dentro del apartamento 106, piso 10, del edificio Doral Bell, ubicado...

Trabajadores toman las calles de Venezuela este #1May: «Ya basta de frijol con arroz y sardina, queremos nuestro sueldo»

A propósito de conmemorarse el Día Internacional del Trabajador, este 1° de mayo empleos, sindicalistas, agremiados, jubilados y pensionados, principalmente de la administración pública,...

¿Quieres recibir las notas de mayor interés en tu email?

Comparte con nosotros tu email y te haremos llegar las noticias de mayor relevancia directo a tu correo