Pau y Marc Gasol: Pasión por el baloncesto

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En la existencia de todo ser humano hay un momento de máximo arrobo, un instante de insuperable fascinación que desearíamos retener para que no transcurriera. Es el “éxtasis que marca la cumbre de la vida, más allá del cual no se puede ascender”   del que habla Jack London en The Call of the Wild.

Tanto Pau como Marc Gasol han saboreado el éxito en sus más diversas formas, pero si tuviéramos que medir la gloria en decibelios de emoción su culmen llegó aquel lejano uno de septiembre de 2006, con el cocktail de ambivalentes sentimientos que sucedió a la victoria ante Argentina en la trepidante semifinal del mundial de Japón.

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Aquel enorme abrazo fraternal –que terminó siendo colectivo-, rodeados de sus compinches de la selección española, entre dos gigantes de 2,15; la mezcolanza de euforia por disputar el oro y lágrimas por la lacerante  ausencia de Pau -lesionado de gravedad a 1:36 del estallido final-, que tanto nos conmovió. 

Concluida con victoria tejana la reciente y fratricida serie Spurs-Grizzlies, la imagen de ambos abrazados en la pista, ajenos al griterío circundante, reflejo de mutuo cariño y pasión por el baloncesto, vuelve a incrementar sensaciones cual celebrada interacción entre iconos cinematográficos, avivada por la carga simbólica del adiós: uno de los muchos trascendentes actos que esperan a Pau, en su -esperemos que todavía largo- camino hacia la retirada.  Una metáfora más del inevitable paralelismo y singular paradoja de sus carreras.

“¡Vamos Pau!”. El entonces entrenador del filial barcelonista Joan Montes aún recuerda a un   párvulo Marc animando  desde la grada a su, entonces algo indolente, hermano de dieciséis años en sus primeros pasos como azulgrana. Transcurría la temporada 96-97. “La ley del mínimo esfuerzo, siempre poniendo excusas, replicando a veces, sin esforzarme lo que debía. Pero, a medida que subes de nivel, ves que o te espabilas o ahí te quedas. Cuando me pusieron metas más elevadas tuve que trabajar duro para conseguirlas”, rememora Pau.

La familia en pleno acompañó al primogénito en su ascenso a los cielos, aterrizando todos ellos en el desafiante escenario de una nueva vida en Memphis,  tras su elección con el  número tres del Draft de 2001.   

Pero, enriquecedora desde un punto de vista personal, la aventura americana supone un evidente freno para el progreso baloncestístico de Marc, un prometedor valor entonces, con dieciséis primaveras y 2,10 de estatura, de la cantera barcelonista; forzado a disputar una liga colegial de bajo nivel, y con escasos jugadores de su talla, en las filas del Lausanne Collegiate  School;  por lo que, tras dos temporadas, efectúa el viaje de regreso reingresando en el Futbol Club Barcelona, reciente conquistador de la Euroliga a las órdenes de Svetislav Pesic.

No lo tuvo nada  fácil. Mientras su hermano mayor accedía, con esfuerzo pero pasmosa celeridad, al estrellato, al otro lado del charco Marc parecía darse de bruces contra infranqueables muros de hormigón.

Si en sus primeras dos temporadas su exorbitante sobrepeso –que llegó a ser de 140 Kg- y varias lesiones derivadas, lastran su evolución –pese a la confianza en él depositada por Pesic-; tras la marcha de su valedor topa, pese a su gradual progresión física, con la cerrazón del nuevo técnico Dusko Ivanovic. 

El oro de Japón en 2006 es el punto de inflexión de una asombrosa metamorfosis que le impulsa hacia la NBA -cuando parecía desahuciado para el baloncesto de élite-, tras dos temporadas de ensueño en Gerona, donde, dirigido nuevamente por Pesic, conquista la Eurocup y es nombrado MVP de la liga ACB.

La historia, con feliz desarrollo y desenlace aún por escribir, es de sobras conocida: mejor defensor de la NBA en 2012-2103 y tres veces All-Star en las filas de sus amados Grizzlies de Memphis, a quienes en 2013 llevó al, entonces impensable, hito de disputar la final de la Conferencia Oeste.

Seguramente nunca vuelva a acontecer que dos hermanos sean elegidos en el primer y segundo quinteto de la NBA –como respectivamente sucedió a Marc y a Pau en 2015-.

Pero el impacto de los Gasol va más allá de galardones y medallas. En la era del individualismo y de la jactancia vía redes sociales, sorprende y admira que dos tipos que han alcanzado el escalafón más alto de su profesión actúen con tal humildad y respeto, asumiendo el protagonismo estrictamente necesario para ganar, digiriendo con inteligencia las derrotas, y representando, junto a Rafa Nadal, los mejores valores del verdadero deportista –cuya difusión e implantación entre los niños promueven a través de sus respectivas fundaciones-.  

«He hecho algo importante, pero no he descubierto la cura del cáncer», manifestaba Pau recién llegado a Barcelona tras conquistar su primer anillo en 2009. “Nunca he sentido que fuera alguien especial. Siempre he sabido que la única fórmula posible para llegar donde estoy era la del esfuerzo y el trabajo. Currar, currar y currar”, respondía Marc a los periodistas, apenas galardonado, junto a su hermano, con el Premio Princesa de Asturias en 2015.

No es desde luego casualidad que algunos de sus más díscolos o erráticos compañeros -como Lamar Odom en el caso de Pau, o Zach Randolph en el de Marc- hayan vivido su mejor etapa bajo su influjo. “Jugaré donde juegue Marc”, espetó, hace unos años, Randolph a un periodista, al ser cuestionado sobre su futuro.

Aunque sería injusto no mencionar el todavía doloroso lunar de aquellos infaustos cuartos de final contra Francia en el mundial de España 2014, a veces creo que la profusión de logros y que ambos sigan todavía en activo nos impiden apreciar en su justa medida lo conseguido, algo que no hubiéramos soñado presenciar, ni de lejos, quienes crecimos venerando el show time ochentero, y que, pese al prometedor porvenir que se augura a Willy y Juancho  Hernangómez, quizás nunca vuelva a repetirse. 

El inexorable paso del tiempo y diversa edad –casi treinta y siete de Pau por treinta y dos de Marc- marcan su   dispar presente –en el mejor momento ofensivo de su carrera, el segundo, y en un inmerecido rol instrumental, el primero-, pero aún quedan interesantes capítulos por contemplar – candentes ahora mismo las semifinales de la Conferencia Oeste Spurs-Rockets, donde un mayor protagonismo de Pau va a ser un factor absolutamente clave- .

Salvo imponderables, este verano volverán a unirse –todo hace presagiar que por última vez- para luchar por la victoria en el venidero EuroBasket, con la selección española. 

Un largo recorrido y muchas batallas a cuestas, pero seguro que en cada entrenamiento dejarán a un lado cualquier afecto para volver a retarse con  mismo el ímpetu que aquellos dos niños –con su padre Agustín formando habitualmente pareja con Marc contra Pau- en su Sant Boi natal.

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