Pena de muerte y mayores sanciones penitenciarias: el deseo de algunos cubanos

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Un sector, para nada minoritario de Cuba, quiere sangre. Y leyes más severas para los delincuentes.

Mientras la Iglesia Católica y diversas instituciones internacionales están abocadas a una cruzada por la eliminación de la pena de muerte en el planeta, en la Isla, por diversos motivos, hay personas que consideran debieran activarse nuevamente los pelotones de fusilamiento.

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Pregúntenle a Gisela sobre el tema, e irremediablemente sus ojos se colman de lágrimas. Alguna vez, esta mujer que roza los 50 años, fue una enfermera brillante. Formaba una familia modélica junto a su esposo, ex funcionario de comercio exterior. Vivían en un apartamento bien cuidado en el Reparto Sevillano, al sur de La Habana.

Pero la noche del 14 de diciembre de 2010 el matrimonio sufrió un giro dramático. “Nos mataron a nuestro único hijo. Solo tenía 15 años. Estaba con unos amigos en El Vedado. Una pandilla lo asaltó para quitarle la ropa. Antes de huir, le dieron dos puñaladas mortales en un pulmón. Después de su muerte, nuestra vida cambió y empeoró. Siempre me pregunto, si Dios existe, dónde estaba esa noche”, dice Gisela.

Tras la pérdida de su hijo, el matrimonio se disolvió. Ella se convirtió en una alcohólica consuetudinaria. Comenzaron vendiendo el auto y luego permutaron por un apartamento más pequeño. El dinero se gastó en ron y sicotrópicos.

Gisela se divorció y al padre de su difunto hijo lo ingresaron en un hospital siquiátrico. Cuando usted le pregunta su opinión sobre la pena de muerte o leyes más severas para ciertos delitos responde sin sutilezas: “El que mate a una persona debieran fusilarlo. Mira mi caso. Al delincuente que asesinó a mi hijo lo sancionaron con veinte años de privación de libertad, y por buena conducta solo cumplió seis años y está en la calle. No es justo”.

Quienes han perdido a un familiar o amigos de víctimas de crímenes violentos son más susceptibles y apuestan porque regresen los verdugos y el Estado administre la muerte.

En Cuba la tasa criminal es notablemente baja. Aunque se desconocen estadísticas oficiales, la Isla es un lugar seguro. Pero han aumentado las bandas de delincuentes juveniles y ladrones en domicilios.

Desde el año 2005, el gobierno cubano mantiene una moratoria sobre la pena de muerte. Al último reo fusilado, en el bajo mundo marginal le decían Victor el loco, un mestizo fibroso de casi dos metros con alma asesina.

A finales de la década de 1990, mató a una anciana dentro de su casa en la barriada de La Víbora. El día de su detención sostuvo un tiroteo al estilo de una película de acción estadounidense con las fuerzas policiales.

En la primavera de 2004 , el Consejo de Estado ratificó la pena de muerte a Victor, que se hizo efectiva en el paredón aledaño al Combinado del Este, prisión de máxima seguridad en las afueras de la capital.

Fidel y Raúl Castro han apretado a destajo el gatillo. Desde el mismo 1 de enero de 1959 utilizaron la pena de muerte para eliminar a sus enemigos recalcitrantes e incluso opositores pacíficos. Un abogado, ya jubilado, relata:

“Cuando se haga un estudio académico objetivo, sin apasionamiento político, se sabrá exactamente el número de cubanos que fusiló el gobierno de Fidel Castro. En un principio eliminaron a criminales de la policía y el ejército de Batista. Varios de esos juicios fueron auténticos circos romanos, televisados a todo el país, sin las debidas garantías jurídicas. Se aprovechó la coyuntura de hacer justicia para liquidar a enemigos de la revolución. En una etapa, las leyes sancionaban con pena de muerte la traición a la patria de los militares, como el caso del general Arnaldo Ochoa. O el fusilamiento de 19 personas en una base aérea de Holguín en 1963, la mayoría pilotos de guerra. Fidel, Raúl y el Che, firmaron unas cuantas penas de muertes. Las cifras varían, según las fuentes, unas aseguran que han sido 500 los fusilados, otras 3 mil o más. Juristas disidentes lo consideran crímenes de Estado, porque eran delitos tipificados que no se necesariamente se debió recurrir a la pena capital. Pero el gobierno alegaba que estaba siendo acosado por el imperialismo yanqui”.

En 2003 se fusiló, tras un juicio sumario, a tres jóvenes negros, residentes en Centro Habana, por el intento de secuestrar una lancha para abandonar el país, lo cual no pudieron consumar. “Fue un error político contraproducente. Una medida ejemplarizante de Fidel Castro que le costó la condena de la opinión pública mundia”, señala el ex abogado.

En la primavera de ese mismo año, entre los 75 disidentes pacíficos sancionados a largos años de cárcel por Fidel Castro y que por arma solo tenían la palabra, la Fiscalía de la República pidió siete penas de muerte. “Fue algo horroroso. Por suerte el gobierno no lo llevó a cabo. Hubiera sido un crimen en toda la extensión de la palabra”, apunta el viejo abogado.

Como en cualquier movimiento revolucionario, ya sea en Francia, Rusia o Cuba, la violencia se despliega con fuerza. La pena de muerte siempre fue un arma de combate para amedrentar al enemigo. Sin embargo, varias personas consultadas, consideran que mientras los adversarios políticos eran sancionados exageradamente o fusilados en una fosa de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, con algunos delitos de sangre la justicia cubana fue bastante permisiva.

“En estos momentos se sanciona con más años de cárcel al que mata una vaca que a quien mata a un ser humano. Conozco casos que solo estuvieron cuatro o cinco años presos a pesar de haber asesinado. A los matarifes de ganado vacuno los condenan a veinte años o más de privación de libertad”, cuenta un ex recluso.

Entre no pocos cubanos de a pie, se piensa que delitos como robos en viviendas ocupadas, violaciones sexuales y otros hechos denigrantes, el Estado debiera considerarlo crímenes y ejecutar a los homicidas.

“Aunque mi religión está contra la pena de muerte, yo estoy a favor que fusilen a los que cometan crímenes horrendos”, confiesa Mayda, evangélica practicante.acota.

Saúl, trabajador por cuenta propia, considera que además de “fusilar a los asesinos en serie o sicópatas, se debe castigar con más años otras infracciones. Como en Estados Unidos, donde por esos mismos delitos, sancionan a cadena perpetua. Los malhechores lo pensarían dos veces antes de infringir la ley”.

Pero en opinión del otrora abogado, en caso de mayores sanciones o reanudar la pena de muerte, “el Estado se puede ver tentado a condicionar esas leyes y hacer purga entre los opositores. El tema de la pena de muerte, abolirla o mantenerla, debiera debatirse nacionalmente y que por votación los ciudadanos decidan”. Pero Cuba no es Suiza.

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