Un testigo cuenta los últimos momentos del comandante Che Guevara

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    Haber tenido la última conversación en vida con el mítico Che Guevara ha convertido a Félix Ismael Rodríguez en un hombre envidiado tanto por los que admiran como por los que odian al aventurero argentino que acompañó a Fidel y a los otros barbudos en su conquista del poder en Cuba. Rodríguez, exagente de la CIA, recuerda como si fuera ayer lo que sucedió un día como hoy hace 46 años y lo que sintió cuando se vio cara a cara con su enemigo en una escuelita del pueblo boliviano de La Higuera. “Sentí pena por él, estaba destruido.  La imagen que yo tenía en la mente era la de un hombre arrogante embutido en uno de esos abrigos que lucía en sus visitas a Pekín”.

    La imagen de Guevara, que había sido capturado la tarde anterior  por el Segundo Batallón Ranger del Ejército Boliviano, distaba mucho de la del héroe revolucionario que el Gobierno de La Habana había vendido al mundo con su propaganda.  “Parecía un pordiosero. Tenía las botas destrozadas y el pelo desgreñado, sucio”.

    Rodríguez, que llevaba tres meses en Bolivia asesorando al ejército en su lucha contra la guerrilla,  le había pedido al coronel Joaquín Zenteno Anaya interrogar al prisionero.  Guevara estaba herido en la pierna derecha y estaba tirado en el suelo con las manos atadas dentro de una escuelita de adobe.

    «A mí nadie me interroga», fue la frase con la que fue hostilmente recibido el agente de la CIA. «No vine a interrogarlo. Nuestros ideales son diferentes pero le admiro. Usted era ministro de Estado en Cuba. Ahora mírese… Está así por defender sus ideales», le replicó Rodríguez. El tono adulador le hizo cambiar de actitud y accedió a hablar a cambio de que le desataran y le dejaran sentarse. Pidió tabaco para su pipa y durante rato los dos enemigos charlaron sobre Cuba y sobre la campaña del Che en África.

    El tono del encuentro que comenzó a las 8:00 am y acabó las 12:30, con algunas entradas y salidas del agente de la CIA para fotocopiar páginas de los diarios del prisionero, fue tan cordial que Guevara accedió a hacerse una foto con el enemigo. Su última foto en vida.

    Según Rodríguez, el Che estaba sonriendo segundos antes de que su Pentax , operada por el piloto Nino de Gúzman, hiciera click al grito de «comandante, mire al pajarito». Salió con gesto serio. Después siguieron hablando. El Ché se justificó de las muertes que había ordenado, diciendo que siempre habían sido agentes imperialistas y espías enviados por la CIA. Rodríguez le recriminó si no era contradicción aquello viniendo de un argentino que hacía la guerra en Bolivia. «Estos son asuntos del proletariado que no alcanzan a su comprensión», replicó, esta vez sí, arrogante.

    Finalmente fue Félix Rodríguez quien le comunicó que iba a ser ejecutado. “Se quedó blanco”, recuerda y  dijo: «Es mejor así. Nunca debí haber caído capturado vivo».  Le dio un abrazo y se puso firmes, creyendo que él iba a dispararle. Pero no fue Félix. A las 13:00 horas del 9 de octubre de 1967 escuchó una ráfaga corta de carabina M–2.  El hombre había muerto y, para desgracia de muchos,  nacía la leyenda.

    Una imagen controvertida que sigue generando ganancias 47 años después

    La imagen del Che Guevara se convirtió desde su muerte en un reclamo para ganar dinero. Camisetas, tazas, posters, libros y todo tipo de “souvenirs”  han proliferado en Cuba y en el resto del mundo. En 2008, con Steven Soderbergh como director y Benicio del Toro como protagonista se estrenó en dos partes una polémica cinta basada en la vida del guerrillero argentino.

    Félix Rodríguez no está nada conforme con la versión que se da en la película sobre su encuentro con Guevara en la escuelita de La Higuera. “A la gente que hizo la película no le interesó hablar conmigo. Es mentira que el Che me escupiera, tampoco dijo con Del Toro en el filme yo no hablo con traidores y tampoco yo le recriminé que hubiera matado a mi tío. La prueba de que es falso, es que yo no perdí ningún familiar tras la llegada de Fidel al poder”.

    La presentación de la película en Miami estuvo envuelta en una gran polémica que puso de manifiesta las dos visiones que el mundo tiene sobre el personaje histórico. Por un lado, la del idealista de izquierdas que lucha por sus ideales y por otro la de un intransigente sanguinario que no dudó en utilizar la lucha armada y el asesinato –como en su época de responsable en La Cabaña en La Habana- para imponer sus políticas. 

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