Viaje al búnker secreto de John F. Kennedy en Florida

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    En plena «Guerra Fría» y poco antes de que estallara en 1962 la «Crisis de los Misiles» en Cuba, Estados Unidos construyó un búnker secreto en un islote artificial de Palm Beach, al norte de Miami, que sirviera como refugio para el entonces presidente John F. Kennedy en caso de un ataque nuclear.

    Tras la elección de Kennedy como presidente, los ingenieros civiles de la Fuerza Naval del Ejército estadounidense, conocidos como «Seabees», se apresuraron a construir un refugio secreto antiatómico en Peanut Island, un islote de 70 acres situado en la costa del condado de Palm Beach.

    Dado que el matrimonio presidencial pasaba largas temporadas en Winter White House, su residencia de verano en esta localidad del sureste de Florida, se ordenó la construcción de un refugio nuclear a menos de cinco minutos en helicóptero desde la puerta de la vivienda.

    El paradero y construcción del búnker antiatómico fue uno de los secretos mejor guardados del mundo. De hecho, las autoridades estadounidenses no revelaron públicamente su existencia hasta 1973.

    En caso de un ataque atómico, Kennedy y la primera dama, Jacqueline, encontraría refugio seguro en este búnker escondido entre la maleza, bajo tierra, con capacidad para «30 personas para subsistir 30 días, a la espera de que un submarino o un barco les recogiera», explica Anthony Miller, director del Museo Marítimo de Palm Beach, en el mismo islote, y responsable del mantenimiento y las visitas guiadas al refugio.

    «En caso de producirse un eventual ataque nuclear, este era el lugar desde donde Kennedy dirigiría el mundo libre», apunta Miller, quien cuida con esmero día a día el buen estado del refugio y describe con entusiasmo mil y un detalles y anécdotas de su historia secreta.

    El búnker de acero y cemento estaba preparado para albergar hasta una treintena personas, entre familiares de los Kennedy y servicio, y la cámara principal disponía de 15 literas, un escritorio presidencial y una mesa para conferencias, hoy a la vista del visitante.

    El escondite, que afortunadamente nunca tuvo que utilizarse, se hallaba fuertemente protegido y equipado con todo tipo de productos de primera necesidad, además de dosímetros para medir el nivel de radiación y duchas para eliminar la posible contaminación nuclear del cuerpo.

    «Si el dosímetro detectaba radiación, la persona afectada se desnudaba, pasaba a una ducha y, antes de entrar en la sala principal, se vestía con ropa nueva», detalla Miller, quien destaca la rapidez con que se construyó el refugio nuclear: apenas diez días y con un coste de 90.000 dólares.

    Han transcurrido 53 años del asesinato de John F. Kennedy en Dallas (Texas) y la figura del exmandatario demócrata sigue ligada a Palm Beach, un enclave muy frecuentado por magnates, como el actual presidente, Donald Trump, que posee un club lujo privado, además de inversores.

    Tras el fin de la «Guerra Fría», el búnker cayó en un total abandono y permaneció durante años parcialmente inundado. Una desidia que concluyó cuando Miller se hizo cargo en 1999 de su reparación y mantenimiento y lo convirtió en una atracción turística.

    Pero para Miller este búnker es mucho más que una imán turístico: es una cápsula del tiempo que conserva y relata una historia valiosa de esta nación. Una historia que puede caer en el olvido ante la desidia de las autoridades locales y los intereses económicos de la líneas de cruceros.

    «Hay intereses, cabildeos y presiones muy fuertes para que el islote se cierre al público y desaparezca, y así los cruceros que zarpan de este puerto no tengan que dar un rodeo», lamentó Miller, quien confiesa que durante años ha puesto dinero de su bolsillo para preservar este lugar histórico abierto al público, ante la indiferencia o incluso hostilidad de las autoridades locales.

     «Con la excepción de un sello presidencial añadido actualmente, el desclasificado y fuera de servicio búnker se mantiene muy parecido al original», con la misma estructura cubierta de tierra y numerosas capas de hormigón y barras de refuerzo.

    Resulta una experiencia emocionante recorrer hoy el oscuro pasadizo diseñado con un ángulo de 90 grados que desciende todo salpicado de bombas de aire y filtros hasta la sala principal, donde se conserva la mesa original de Kennedy y el famoso teléfono rojo.

    Al mejor estilo de las cintas de 007, el búnker muestra una salida de emergencia en un espacio al fondo de la sala que desembocaba por una escalera en el exterior.

    Miller señala cada uno de los objetos que se exhiben en este antiguo búnker antiatómico, desde latas de comida hasta papel higiénico y cubos esterilizados y preparados para evacuar y sellarse, ya que no había inodoros en las instalaciones sanitarias.

    Si perdura como museo permanente, es gracias a la iniciativa de Miller y su empeño en contar la historia «secreta» del refugio.

    El Museo Marítimo de Palm Beach ha sabido recrear todo el efecto dramático con que sorprende al visitante el descubrimiento de la entrada del búnker entre la maleza subtropical que la oculta.

    El islote donde se encuentra el búnker, al que solo se llega en ferry, puede visitarse de miércoles a sábado, y el museo organiza vistas guiadas de grupos y estudiantes.