Votar por opositores funcionales en dictadura es votar por el dictador

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Las dictaduras de delincuencia organizada transnacional de las Américas que controlan Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, son “dictaduras electoralistas”. Realizan elecciones en las que se vota pero no se elije, pues están manipuladas para que los detentadores del poder lo retengan indefinida e impunemente.  Participan opositores que el régimen permite, con la función de legitimar la farsa, llevando al pueblo a la situación en la que al votar por opositores funcionales votan por la permanencia del dictador.

Las dictaduras castrochavistas de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son además dictaduras electoralistas porque son regímenes que “por la fuerza o la violencia concentran todo el poder político en una persona o en un grupo, reprimen los derechos humanos y las libertades fundamentales y utilizan las elecciones como medio de simulación y propaganda para mantenerse en el poder”,  con el sofisma de revolución o movimiento popular.  

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El castrochavismo reduce su falsificación de democracia a manipular elecciones que no son libres ni justas, ni respetan el voto universal como expresión de la soberanía popular. Buscan legitimidad democrática por suplantar la voluntad popular en procesos electorales que son una cadena de delitos, mientras violan los derechos humanos, mantienen presos y exiliados políticos, sin estado de derecho y sin división ni independencia de los órganos del poder publico.

Los crímenes de las dictaduras castrochavistas en materia electoral son denunciados y están en evidencia desde hace muchos años, pero inexplicablemente el Secretario General de la Organización de Estados Americanos Luis Almagro reconoce como democracias a Nicaragua y Bolivia, incurriendo en el doble estándar ya que por las mismas condiciones ha calificado correctamente -luego de cuatro informes- como “dictadura total a Venezuela” y declarado públicamente como “dictadura jinetera a Cuba”. 

Que en las dictaduras electoralistas se vota pero no se elije, esta demostrado por procesos electorales preparados solo para que el dictador y su régimen permanezcan en el poder. Pueden ser “candidatos de oposición” los que el régimen permite, pues muchos potenciales candidatos, líderes democráticos y cívicos son presos políticos, están exilados o son inhabilitados, quedando los que pactan o aceptan ser “candidatos funcionales” que hemos definido como “opositores de mentira”, aceptados y “autorizados por la dictadura que los diseña y organiza atendiendo la facilidad, utilidad y comodidad de su empleo”.

El éxito de la oposición venezolana para poner en evidencia la dictadura castrochavista de Nicolás Maduro en las elecciones de Mayo de 2018 y luego probar la condición de “usurpador” del dictador, consistió en no participar de tales elecciones. El dictador manipuló candidatos funcionales pero los crímenes fueron tan públicos y notorios que hoy cerca de sesenta países han desconocido al usurpador Maduro y reconocen como Presidente de Venezuela a Juan Guaidó.

Si la oposición venezolana hubiera participado de las elecciones de Mayo de 2018, hoy Maduro estría posesionado para un nuevo mandato legitimado por  la presencia en las elecciones de una oposición que además habría sido derrotada a puro uso de fraude electoral, como en anteriores elecciones.  La no participación es no complicidad, es no legitimación y ha permitido a Venezuela avanzar muy cerca de terminar con la usurpación de la dictadura electoralista de Maduro.

En dictadura electoralista lo que se diputa con el régimen no es la legalidad sino la legitimidad.  La legalidad dictatorial está toda construida, controlada y manipulada por el régimen que hace y cambia sus “leyes infames” a su conveniencia y las aplica a mansalva con sus jueces y tribunales prevaricadores.  La legitimidad es “lo lícito, lo justo, cierto genuino y verdadero en cualquier línea”, lo permitido según la justicia y la razón. Las dictaduras electoralistas se legitiman con la participación de opositores funcionales. Sin candidatos opositores no hay legitimidad.

En este escenario, los votantes que convencidos de la falta de democracia y de la existencia de dictadura terminan siendo convencidos que votar por un candidato opositor debilita al dictador, cuando lo que en verdad hacen es legitimar al dictador, porque en una dictadura electoralista votar por un opositor, por cualquier opositor funcional es lo mismo que votar por el dictador, ya que cumple el objetivo estratégico que busca la dictadura.

*Abogado y Politólogo.  Director del Interamerican Institute for Democracy

www.carlossanchezberzain.com

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