Yemayá, la reina del mar recibe culto en Río de Janeiro

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    Como cada 2 de febrero, los fieles de Yemayá, la diosa del mar, rindieron culto a uno de sus orishás más importantes, la reina de las aguas saladas y la feminidad. En la casa de Afoxé Estrela D´Oya, de tradición candomblé, ubicada a los pies de los arcos de Lapa, en el centro de la ciudad, estaba todo preparado para homenajear con sus ofrendas al mar a su diosa Yemayá.

    Los esclavos africanos, llegados a Brasil, y obligados a convertirse al catolicismo utilizaron el sincretismo como medio para salvaguardar sus ritos y orishás, por ese motivo Yemayá fue sincretizada con la Virgen María, que bajo su advocación de Stella Maris, es la patrona de los navegantes marineros y pescadores. De esta forma consiguieron engañar a los colonizadores haciéndoles pensar que se habían convertido al catolicismo, cuando en realidad continuaban con su culto a Yemayá, protectora del hogar y la familia, de los barcos y pescadores y reina del mar.

    La historia de los Afoxés nace en 1885 cuando un grupo de estibadores del puerto de Salvador de Bahía, Mestres de Terreiros de Candomblé se reunieron para decidir cómo podrían agradar a sus orishás para romper el “ewó” (prohibiciones religiosas) para poder participar del carnaval.

    Los afoxés en realidad son pasacalles formados por adeptos y simpatizantes de las Casas de Candomblé que participan también del carnaval. Sus integrantes usan camisolas largas y anchas o ropas de estilo africano.

    El Afoxé Estrela D´Oya de Río de Janeiro fue fundado en 1999 por su presidenta Ataníza Cardoso, que fue el primer Afoxé dirigido por una mujer en la ciudad. Ataníza quien conmemoraba hoy también el aniversario de su hijo cumplió con su promesa a Yemayá de retribuirle con ofrendas al ver “formado a su hijo y convertido en un hombre de bien”.

    Afoxé Estrela D´Oya partió en cortejo desde los Arcos de Lapa hasta la Praça XV donde Yemayá fue venerada con ofrendas y música. Este año por culpa de la crisis financiera que atraviesa el estado de Río de Janeiro no pudieron contar con la tradicional barca facilitada por el Ayuntamiento para llevar las ofrendas de la reina del mar, en su lugar tuvieron que utilizar una embarcación privada que no consiguió alcanzar la alta mar.