Así vive un venezolano en la comuna Estación Central de Chile

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Desde hace casi cuatro meses el COVID-19 se apoderó de la mayoría de las comunicaciones latinoamericanas. Casi todo está relacionado a las consecuencias socioeconómicas y políticas que ha dejado el paso del virus por el mundo, que reporta caídas financieras, hambre, pobreza, despidos y reducción de nómina entre otros.

Recientemente, un reportaje de la plataforma digital Salud con Lupa mostró la realidad de quienes viven en la comuna Estación Central, ubicada en Santiago de Chile, la más poblada de la capital y que alberga gigantescas torres habitadas mayoritariamente por extranjeros que migraron al país austral como es el caso del venezolano Gonzalo Pérez.

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Gonzalo, un abogado de 27 años de edad, contó que migró a Chile en febrero de 2018 por miedo a no conseguir oportunidades de trabajo en su país natal: “Trabajé en Venezuela como abogado un tiempo y después me dediqué a la política de oposición, lo que me llevó a tener menos posibilidades de empleo en algún organismo público por no comulgar con el partido de gobierno”.

Como a muchos, le tocó empacar sus sueños y conocimientos para emprender nuevos proyectos; así fue como llegó a Estación Central, donde vive con otra venezolana en un pequeño apartamento de dos habitaciones, ubicado en el piso 19 de los 29 que tiene la torre. “En la habitación de Gonzalo no entra una cama de plazas”, confesó un amigo.

Solo en la torre donde vive Gonzalo hay 348 apartamentos, lo que en tiempos de cuarentena ha obligado a sus habitantes a reinventarse a pesar del temor al COVID-19. El confinamiento y hacinamiento que se vive en esta comuna ha explotado la economía informal en las distintas torres de Estación Central para poder sobrevivir.

“En mi edificio hay 12 departamentos por piso y son 29 pisos. No es un condominio con más de 500, pero sí alberga a muchísimas personas, en su mayoría extranjeros”, dijo. “Tengo varios amigos que venden cosas, les has tocado reinventarse para poder tener un sustento en sus casas”, explicó, a lo que agregó que esto no se veía antes de la pandemia.

“En el edificio tenemos como tres grupos de WhatsApp y es una locura porque no terminamos de hablar de un tema porque empiezan a mandar fotos de lo que están vendiendo. Venden de todo, desde verduras y hasta ofrecen servicios de fontanería o electricidad, venden ropa para el invierno. Yo hasta llegué a comprar una olla eléctrica, con eso te digo todo”, dijo.

Ayudando como se pueda

Para el abogado que en Chile se desempeña como ejecutivo de un call center, es una “fortuna” tener un empleo seguro en cuarentena: “Los call center son un boom porque todas las gestiones se están haciendo desde casa. Tengo la fortuna de tener trabajo en estos días. No me ha tocado tan duro como a otro migrante y a los mismos chilenos que les ha tocado estar sin empleo”.

“Estos momentos para mí son una oportunidad para poder ayudar al que no tiene, comprándole lo que esté vendiendo. No es fácil porque yo estoy bien con mi sueldo, que no es un sueldo millonario, pero con él vivo y ayudo a las personas. Antes no se veían estas prácticas de economía informal, había mini market afuera que vendían cosas. Algunos chamos vendían perros calientes afuera, pero no como ahora, que todo el mundo vende algo”.

El comercio dentro de su torre pasó de no existir a ser variado. “No compro verduras en la frutería o una feria, porque el vecino del piso 11 me las trae hasta la casa. No compro pan en una panadería, porque la vecina del piso 17 me lo vienen a dejar en la puerta de la casa. Si tengo antojo de un dulcito, me basta con abrir el WhatsApp y ver qué tienen mis vecinos para la venta”.

Aunque él y su compañera de apartamento no se dedican a esto, previo a la cuarentena le brindaron albergue a otra amiga que estaba desempleada. Cuando consiguió empleo se mudó, pero con la pandemia la empresa decidió rescindir de su contrato y ahora vende postres para sobrevivir.

“Si quiero un cafecito bien rico, la chama del piso 1 me lo trae hasta el departamento. Por ejemplo, una amiga que vivió con nosotros, después de mudarse y quedarse sin empleo de nuevo por la pandemia, comenzó a hacer pies de limón y marquesas. Ella no vive en el edificio e igualmente nosotros se los vendemos. Los vecinos saben que ofrecemos postres en el piso 19. En eso se ha convertido mi cotidianidad, ver el comercio que se convirtió mi torre”, aseguró.

Sin embargo, la pandemia ha influido en su economía. “Ya no estoy haciendo horas extras en mi trabajo o lo que hacía los fines de semana en un algún local para generar un ingreso extra. Estaba viendo el precio de hacer el mercado por Internet y me cobraban como 10 dólares más por traérmelo hasta la casa, ese es el precio de estar en casa”.

¡Mantenernos sanos!

La principal recomendación para evitar el contagio es respetar el confinamiento, las personas han buscado distintas formas para acatar las normas de prevención, pero lo cierto es que más de tres meses encerrados comienza a hacer estragos en la población. “Algo para lo que la humanidad no estaba preparada”, mencionó en una entrevista pasada el sociólogo Trino Márquez.

“Estoy desde el 16 de marzo en mi casa con una amiga venezolana, es fuerte porque no podemos salir. No podemos hacer nada, tenemos que estar en casa. Los permisos para salir a la calle son restringidos. Igual salir de la casa es un temor porque Estación Central es una de las comunas más pobladas donde se han registrado bastantes contagios a lo largo del confinamiento”, confesó.

La cercanía de los contagios le atemoriza: “Hay casos positivos y recuperados en la torre, hasta el momento tenemos como nueve departamentos aislados. Una de las reglas de confinamiento es que no tenemos visitas. No puede venir nadie externo al edificio. El edificio cambió su entrada y mejoró la seguridad, evitar que ingresen gente que no sea residente”.

“No sabemos cuándo va a terminar esto y mi trabajo me tiene estresado. Antes de la pandemia salía de la oficina y me iba a tomar un café con alguien, visitaba amigos, me iba a comer algo, en el camino me distraía. Pero ahora ando del cuarto a la sala, de la sala al cuarto, todos los días, todo el día, y creo que eso acaba con la psiquis de cualquiera. Por eso mi amiga y yo tratamos de mantenernos sanos, de reírnos y distraernos”, dijo el venezolano.

No olvide ver nuestros reportajes en: www.hispanopost.com 

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