Colombianización de México y mexicanización de Colombia

- Publicidad -

¿Qué tan perdida, indecorosa y deteriorada resulta ser una sociedad que les hace masivas manifestaciones de admiración al hijo y al jefe de sicarios de Pablo Escobar, el asesino y narcotraficante más grande y despreciable de su historia y los admite como paradigmas morales? Planteé este interrogante durante una tertulia a la que me invitó la semana pasada la cadena española SER para interpretar el reciente asesinato en Sinaloa del reconocido periodista mexicano Javier Valdez, cometido por los carteles de las drogas de ese país.

         Los contertulios mexicanos –Marcela Turati, periodista, y Élmer Mendoza, escritor–, quienes fueron amigos de Valdez, expusieron su recapacitada estrategia para conseguir que este colega sacrificado y tantos otros no desaparezcan en el olvido ni queden en la impunidad: la receta consiste es mantener viva la denuncia y los reclamos de justicia ante las autoridades que deben esclarecer los crímenes. Es la misma táctica que ideamos en Colombia hace 38 años, cuando el narcotráfico emprendió su despiadada cacería de periodistas, y hoy, con 153 asesinados, la impunidad es de más del 90 por ciento.

- Publicidad -

Los asesinos encapuchados de Javier Valdez lo detuvieron en la calle Epitacio Osuna, de Culiacán –capital de Sinaloa–, lo bajaron de su Toyota Corolla, hablaron con él alrededor de un minuto, lo obligado a ponerse de rodillas con las manos sobre los muslos y le descargaron 12 balazos, algunos de ellos en la cabeza, que llevaba cubierta por su infaltable sombrero de toquilla. Muy a la colombiana, todo el mundo sabe que lo asesinaron los carteles de las drogas en connivencia con las autoridades y delante de cámaras públicas de seguridad que, en ese momento, precisamente, estaban apagadas. Trabajaba en la planta de redacción del semanario Riodoce, del que era fundador, y servía como corresponsal en Culiacán de La Jornada, de Ciudad de México. La Fiscalía ya ha anticipado –muy a la colombiana– que será una gran dificultad poder llegar a identificar a los culpables debido a que de ellos no existen imágenes ni rastros alentadores. Ni siquiera –farfullan– se sabe en qué dirección huyeron los asesinos. No obstante, la promesa es que no se economizarán esfuerzos de ningún tipo para encontrar a los responsables y asegurar que sobre ellos caiga todo el peso de la ley y del estado de derecho (lugares comunes que en estos casos las autoridades hacen que sean todavía más comunes).

Javier Valdez fue uno de los investigadores y cronistas más importantes de México entre quienes se especializan en investigar el fenómeno del narcotráfico y a las organizaciones que lo dominan. En enero pasado recibí una grata llamada telefónica de él en busca de detalles sobre el relato extenso que obtuve del piloto personal del ´Chapo´ Guzmán, publicado en Univisión.com (ver aquí) y se interesó por saber de mí qué tan hondas y estrechas son las relaciones del crimen organizado con el poder formal en Colombia. Me dijo que conocía mi investigación sobre los nexos del Cartel de Sinaloa con la familia del ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez (ver aquí). Tuvimos una discusión sin resultados acerca de cuántos periodistas habían asesinado hasta ese momento los narcotraficantes en México y Colombia. Ninguno de los dos teníamos las cifras exactas, que son estas: En México, desde el año 2000, 109 (sumado Javier), nueve de ellos en 2017 y tres de estos en un solo mes. Treinta han sido matados durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. En Colombia, los periodistas asesinados suman 153 durante los últimos 38 años, con una impunidad superior al 90 por ciento. Estas cifras pueden aumentar mientras usted lee esta nota.

El asesinato de Javier –ocurrido cuatro meses después de nuestra conversación– y las fotografías que vi la semana pasada de su cadáver bocabajo sobre el pavimento de la calle Epitacio Osuna, de Culiacán, me recordaron inmediatamente el asesinato de Guillermo Cano, director de El Espectador, de Bogotá, por el que estábamos en estos días denunciando que lleva 30 años de impunidad. Frete al edificio de su diario, el 17 de diciembre de 1986 fue asesinado –muy a la mexicana–por sicarios que se movilizaban en una motocicleta.

El mismo día de la tertulia en la cadena SER, desempolvé un documento oficial e incontrovertible según el cual el ya mencionado ex presidente Álvaro Uribe Vélez perteneció a la junta directiva de una de las empresas del narcotraficante del Cartel de Medellín Luis Carlos Molina Yépez (también aparece escrito como Yepes), quien fue el encargado de pagarle –hasta hoy impunemente– a los sicarios que asesinaron a Cano. Puse un trino con esa prueba (ver aquí) y pensé en lo mucho que me habría gustado habérsela entregado a Javier Valdez, de quien esa mañana solamente quedaba honrar su memoria. Espero, en cambio, que haya visto este video en el que –antes de la muerte de Javier– el joven y talentosos periodista colombiano Julián Martínez (discípulo de Daniel Coronell) recientemente buscó a Uribe en el Capitolio Nacional para preguntarle –como buen reportero que es– si iría a declarar ante la Corte Suprema de Justicia sobre sus probados nexos con el asesino de Cano (ver aquí). La respuesta llegó varios días después con trinos coléricos y calumniosos de Uribe y diversas amenazas de muerte contra el periodista.

 No me cabe la menor dura sobre el proceso de colombianización criminal que ha sufrido México y presumo que allá llegarán también a la situación de aquí en que, por ejemplo, “Popeye”, el jefe de sicarios de Pablo Escobar –con más de dos mil homicidios a cuestas– y su hijo, Juan Pablo Escobar, firman autógrafos por las calles, son aplaudidos y copan los mejores espacios de la televisión y de las vitrinas de las librerías con la inaudita comercialización de los delitos monstruosos de su jefe y padre, respectivamente. Para no hablar del espacio que –muy a la colombiana– con seguridad ganarán en la política los secuaces y servidores de la mafia mexicana. Es cuestión de tiempo para que uno de ellos llegue a la presidencia de la república ofreciendo salvar al país de la espiral de corrupción y violencia que se lo comen vivo.

Para entonces, se estará recordando que al periodista mexicano Javier Valdez lo asesinaron en 2017, muy a la colombiana, y al colombiano Guillermo Cano lo mataron en 1986, muy a la mexicana.

- Publicidad -

Más del autor

Artículos relacionados

Lo más reciente

Edmundo González Urrutia es el designado por «unanimidad» como candidato de la oposición

Cerca de las 10 de la noche de este viernes, 19 de abril, el secretario ejecutivo de la Plataforma Unitaria Democrática, Omar Barboza, anunció...

OVF: Aumentan las remuneraciones privadas y caen las del sector público

Datos del Observatorio Venezolano de Finanzas correspondientes al primer trimestre de 2024 indican que las remuneraciones del sector privado, referidas a el comercio y...

Chacao promueve la inclusión de personas con autismo y síndrome de down

El Concejo Municipal de Chacao realizó una Sesión Especial para conmemorar el Día Mundial del Síndrome de Down, por iniciativa de la Comisión de...

¿Quieres recibir las notas de mayor interés en tu email?

Comparte con nosotros tu email y te haremos llegar las noticias de mayor relevancia directo a tu correo