¿Debe Trump renovar licencia a empresas de EEUU en Venezuela?

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    La coyuntura ocasionada por el coronavirus COVID-19 ha colapsado mundialmente la demanda de crudo y eso ha propiciado un volumen de sobreoferta que se calcula está entre 20 millones y 30 millones de barriles diarios. Frente a ese escenario, países productores con conflictos políticos como Irán, Libia y Venezuela -que además son miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)- han sido los primeros en ver un desplome acelerado en sus niveles de producción durante marzo, pese a estar exceptuados de cumplir con las cuotas de recortes del mecanismo OPEP+.

    En medio de toda esta coyuntura, se presenta el choque de opiniones entre mantener o no la licencia por parte de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) a cinco empresas estadounidenses en Venezuela: una en el negocio de upstream o aguas arriba como es Chevron y cuatro en el área de servicios conexos como Schlumberger, Halliburton, Weatherford y Baker Hughes.

    La renovación o no divide a la dirigencia de la oposición venezolana y a los expertos del sector en el país. Los ganados a no renovar la licencia consideran que esa decisión podría apuntalar el cambio político en Venezuela, que dio origen a las sanciones al régimen de Nicolás Maduro; mientras que los defensores de mantenerla señalan la necesidad de que Estados Unidos no pierda el último espacio que tiene en la actividad petrolera de esa nación.

    “Quienes sostienen que a las empresas petroleras estadounidenses que aún están en Venezuela no se les debe renovar la licencia de la OFAC no han entendido cómo funciona la geopolítica de un país. La geopolítica no es retirarse de un escenario, sino más bien penetrarlo y tener capacidad de influencia”, explica el analista político Pedro Paul Betancourt.  “Si observamos el caso de la decisión de Rosneft de vender sus activos en Venezuela, no es un retroceso de Rusia sino todo lo contrario. Es un avance y una respuesta a Estados Unidos reafirmando que no se irá de Venezuela y que ahora sus intereses en ese país no son solo los de una empresa sino de la propia nación rusa. Rusia siempre ha tenido la característica de pensar primero en la política antes que en la economía a diferencia de Estados Unidos. Eso es propio de países comunistas y totalitarios”, acota.

    La actividad de las empresas norteamericanas en el sector petrolero venezolano en la actualidad está remitida a labores de mantenimiento sin nuevas inversiones ni desembolsos de expansión en el país. “Hay un suprainterés que en la actual situación se hace necesario para Estados Unidos y para estas compañías tener un pie adentro, porque en el momento que se conquiste la democracia en Venezuela hay que tener un protocolo y suministro energético que no se podría dar si se está fuera”, puntualizó Betancourt.

    El consultor político explicó, con respecto a la reciente decisión del Departamento de Justicia de acusar de narcotráfico a funcionarios venezolanos, que las autoridades judiciales de Estados Unidos son autónomas frente al Poder Ejecutivo, pero estos señalamientos apuntalan la estrategia del gobierno de Donald Trump con el fin de propiciar una negociación y restablecer la democracia en Venezuela.

    “Si el Poder Judicial considera que dentro del marco del Estado de Derecho puede establecer una negociación con un narcotraficante para lograr un bien mayor superior, como es acabar con el tráfico de narcóticos desde América Latina hacia Estados Unidos, eso está alineado con las decisiones del Poder Ejecutivo en su estrategia de máxima presión hacia Venezuela”, dijo Betancourt.

    Caída libre

    La situación de los hidrocarburos es tan crítica en el caso de Venezuela que el propio Ministerio de Petróleo, en un intento de transmitir credibilidad a la comunidad internacional, se ha visto obligado a actualizar su data a una cifra aproximada a la que indican organismos como la Agencia Internacional de Energía (AIE), al reconocer que su producción cayó 147.000 barriles diarios solamente en marzo y registró un desplome de 20,9% durante el primer trimestre de 2020.

    Para el gobierno venezolano la producción cerró en marzo en 718.000 barriles diarios, una diferencia de casi 58.000 barriles con respecto a lo que informó la AIE y otros organismos foráneos que monitorean este mercado. Esa variación resulta baja si se toma en cuenta que en otros momentos la brecha de la cifra oficial se colocó 400.000 barriles por encima a lo reportado por fuentes secundarias.

    “La producción petrolera de Venezuela está en caída libre, esperamos ver una disminución de 45% en abril”, señaló el analista David Voght, director de la firma consultora IPD Latinamerica en un reporte realizado para el Instituto de Las América de la Universidad de California en San Diego sobre los efectos del coronavirus en el sector energético de América Latina. “Las sanciones de Estado Unidos y la caída de los precios del petróleo han restringido severamente las exportaciones, pero también el COVID-19 está agravando los problemas en Pdvsa porque los trabajadores no pueden llegar a su lugar de trabajo”, agregó.

    Los pronósticos coinciden en que la actual coyuntura mundial es la que está incidiendo en la brusca caída de la producción en 2020 porque Pdvsa está produciendo y comercializando a pérdida el poco crudo que está extrayendo principalmente de la faja del Orinoco, debido a que no cubre un costo promedio que se calcula en 15 dólares por barril.

    “El almacenamiento de crudo ya está lleno, se les dice a las empresas mixtas que cierren total o parcialmente los pozos y que envíen los empleados a sus hogares”, dijo el analista en materia energética Russ Dallen. “Estimamos que la producción de Venezuela caerá por debajo de los 400.000 barriles diarios este año, ya que no tiene lugar donde colocar el petróleo y no tiene sentido económico producir para vender con pérdidas. Hasta ahora la mayoría ha ido a India y Cuba, pero creemos que India ya no tiene la intención de seguir tomando crudo venezolano”, añadió.

    Oportunidad de mediano plazo

    Las perspectivas actuales son adversas para toda la industria petrolera y las proyecciones indican que esa situación se podría extender hasta el año 2022, con la incertidumbre de no saber cuándo se podría recuperar la demanda de petróleo y si pudiera alcanzar los niveles que se tuvieron hasta finales de 2019 de alrededor de 100 millones de barriles diarios, lo que implica corte de inversiones y suspensión de proyectos por parte de todas las compañías.

    “Si deja que el mercado a través de la reducción del precio lleve al cierre de producción más costosa, creo que pensando en Venezuela eso la favorece y ofrece una ventaja de mediano y largo plazo porque tiene grandes reservas petroleras, una estructura de costos relativamente baja y una vez que vuelvan a funcionar los mercados esa es una condición esencial”, comentó el economista Orlando Ochoa, consultor en empresas de hidrocarburos. “Se puede alcanzar la ventaja competitiva del bajo costo en la extracción de crudos pesados y extrapesados de la faja del Orinoco, mejorarlos o diluirlos con crudos venezolanos de bajo costo en el norte del estado Monagas. De manera que creo que hay una oportunidad para la reconstrucción de Venezuela”, acota.

    El economista es del criterio que para la industria petrolera venezolana resulta prioritario retomar su mercado natural como es el de las refinerías del golfo en Estados Unidos y recuperar los suministros a su filial Citgo, que ha desplazado buena parte del petróleo venezolano por crudos provenientes de Colombia. También indicó que esos despachos hacia Norteamérica son compatibles con los envíos al continente asiático.

    “Estados Unidos, China e India son compradores netos de crudo pesado de las especificaciones que produce Venezuela y los tres mercados pueden ser atendidos. En cambio, Rusia no es un mercado para Venezuela, es productor de crudos pesados que compiten con los crudos venezolanos y más bien se ha beneficiado de ocupar parte de los mercados que tenía Venezuela”, indicó Ochoa.