Gobierno de unidad nacional para cesar la usurpación en Venezuela

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Sacar de Venezuela al dictador Nicolás Maduro y su grupo de delincuencia organizada controlado por la dictadura de Cuba es solo el primer paso de la difícil y extensa lucha que los venezolanos deben cumplir para recuperar su libertad y su país. Restablecer la democracia en Venezuela es un asunto de interés regional y mundial que ha producido el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela y extraordinarias medidas internacionales de presión que acusan la ausencia de coherencia interna. Con el tiempo en contra, los líderes políticos venezolanos aún pueden crear la fuerza política interna decisiva para cesar la usurpación formando un gobierno de unidad nacional.

Todas las condiciones parecían dadas para el rápido retiro de la dictadura de Venezuela cuando el 23 enero de 2019 el presidente de la Asamblea juramentó como “Presidente Interino e Venezuela” y recibió reconocimiento internacional.  Inmediatamente se puso en evidencia el juego de los partidos políticos de la Asamblea que el 5 de febrero de 2019 aprobaron el “Estatuto que rige la transición a la democracia…” con el que quitaron todo poder al presidente interino, establecieron un sistema asamblea e impusieron una agenda equivocada que impide formar gobierno antes de que cese la usurpación.

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El Estatuto para la transición a la democracia en su artículo 2 decreta que “a efectos del presente Estatuto se entiende por transición el itinerario de democratización y reinstitucionalización que incluye las siguientes etapas: liberación del régimen autocrático que oprime a Venezuela, conformación de un Gobierno provisional de unidad nacional y celebración de elecciones libres”. Establecieron la “liberación” o el cese de la usurpación, como paso previo a la conformación de un gobierno, de manera que anularon al presidente interino y la posibilidad de organizar gobierno hasta que se retire el régimen opresor. Ventaja extraordinaria para Maduro, le cedieron la iniciativa.

El 24 de marzo de 2019 publiqué mi columna “Liberen a Guaidó”, que comienza expresando: “Juan Guaidó está preso. Aún no físicamente de la dictadura castro-chavista operada por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino.  Es más grave, Guaidó es preso del mayor acto de mezquindad que la denominada clase política puede cometer contra un pueblo que sufre crisis humanitaria. Guaidó está preso del «Estatuto para la transición a la democracia» de la «mayoría opositora» en la Asamblea Nacional de Venezuela para la que no es presidente de la República…”

En un año y siete meses que Venezuela tiene presidente legítimo la presión internacional contra la dictadura usurpadora se ha extendido: Nicolás Maduro y su grupo criminal están acusados y requeridos internacionalmente en aplicación de la Convención de Palermo contra la delincuencia organizada con recompensas de hasta 15 millones de dólares por su captura; cerca de 20 países que incluyen Gran Bretaña, España, Canadá, México, Estados Unidos, Colombia, Brasil y más, ejecutan un operativo internacional antinarcóticos en el Caribe, porque Venezuela es el eje narco del castrochavismo; el régimen usurpador está en evidencia y asilado; sus testaferros caen y mas. No hay acción militar porque el presidente legítimo de Venezuela no tiene gobierno y no ha pedido la conformación de una fuerza multinacional.

Conforme han avanzado las medidas internacionales ha quedado claro el fracaso de la política interna venezolana concentrada en la Asamblea Nacional, marcando el fracaso de Guaidó, incrementado del descontento y la desconfianza de un pueblo que con la pandemia del coronavirus sufre condiciones de crisis humanitaria extremas.  Guaidó es preso del G4 y está preso de su propio partido, donde los hechos muestran que es su jefe Leopoldo López quien manda. Con Guaidó que nunca instaló un gobierno de transición para cesar la usurpación, está preso el pueblo de Venezuela y la iniciativa es de la dictadura que ahora los lleva a otro crimen que llama “elecciones”.

No se trata de defender ni de condenar a Guaidó, que ha perdido respaldo popular y mermado confianza internacional, es simplemente lo único que hay, es el presidente legítimo reconocido de Venezuela y aún pasa por él la oportunidad de establecer gobierno. 

Hoy es urgente que la Asamblea del G4 deje sin efecto su “estatuto para la transición”, abandone el sectarismo y el cuoteo de espacios de poder, para que se incorporen todos los partidos y grupos que luchan por la libertad, para que el presidente pueda organizar un gobierno de unidad nacional, con un gabinete de ministros inclusivo, operativo y efectivo que restaure la confianza interna e internacional, frene y termine la usurpación castrochavista.

Abogado y politólogo.  Director del Interamerican Institute for Democracy

www.carlossanchezberzain.com

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