¿Habrá cura para la COVID-19?

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Aún recuerdo esos bellos momentos cargados de felicidad y esperanza cuando nos enteramos de que la vacuna para combatir la COVID-19 era casi una realidad, cuando nos envolvía el regocijo de saber que tres de las empresas que la estaban desarrollando ya se encontraban en la fase final de las pruebas en animales y que iban a comenzar las pruebas en humanos.

Todos cantaban victoria en la “carrera de vacunas”, un término que siempre me ha parecido curioso. Cada vez que lo escucho, me imagino a ministros de Salud, científicos, biólogos, infectólogos y médicos en general, sentados en una mesa, con un vaso de whisky o con una cerveza en la mano, viendo en un televisor las métricas de los resultados de los estudios y agitando las manos desesperadamente, apostando de forma compulsiva por una u otra empresa dependiendo de quién vaya a la cabeza de la carrera. Eso sí, no podemos olvidar ese típico sonido sensual, lascivo y repetitivo, como si estuvieran lanzándole besos al aire mientras sacuden sus manos.  

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El afán de las compañías y las naciones por ser las primeras en ofrecer la panacea nos causaba ilusión. Parecía cercano el fin de la pandemia y el regreso a aquellos días en los que podíamos salir de viaje a contaminar el mundo y salir de fiesta para terminar teniendo sexo sin protección con desconocidos. Aquellos tiempos en los que estaba bien visto acercarnos a nuestros compañeros de trabajo solo para acosarlos sexualmente y no para contagiarles ningún virus.

Sin embargo, la esperanza de regreso a nuestro mundo habitual duró lo mismo que dura Bill Gates resistiéndose a una teoría conspirativa, es decir, nada. El director de la Organización Mundial para la Salud, Tedros Adhanom, apareció en una rueda de prensa felicitándonos por la evolución de las vacunas, pero advirtiéndonos que posiblemente nunca hallemos la cura, que nunca tendremos una “bala de plata” para el virus.

¿Recuerdan que, durante los primeros días de la pandemia, en algunas tiendas de armas estadounidenses se agotaron las municiones? Quizás se trataba de la OMS buscando la bala de plata que fuese la cura para la COVID-19. Porque, al parecer, para Tedros, el problema sanitario se resuelve de la misma forma que el hombre moderno ha resuelto todos sus problemas: con una bala. Y no con cualquier bala, sino con una de plata, como si el nuevo coronavirus fuese un hombre lobo o una criatura fantástica. De haberlo sabido antes, en vez de contratar médicos, hubiésemos contratado a cazadores de hombres lobos y vampiros y, en vez de a Tedros, hubiésemos nombrado como presidente de la Organización Mundial para la Salud a Van Helsing.

No quisiera entrar en el debate sobre la eficacia de la OMS con respecto a la pandemia, porque, a decir verdad, no hay un manual de instrucciones para combatir un desastre provocado por una sopa de murciélago, pero decirnos que nunca hallaremos una cura, en medio del éxtasis provocado por el avance de la vacuna, es un enfriamiento de bolas de proporciones colosales. Qué digo yo enfriamiento… eso es sentarse desnudo sobre un iceberg.

A la OMS no se le da muy bien eso del coaching, mientras que a Tedros se le da de maravilla ser el personaje más odiado del 2020 —y eso que ha tenido bastante competencia este año—. Con todo lo que se ha esforzado por bajar sus índices de popularidad, solo le falta hacer un featuring con Kanye West, spoilearnos en Twitter una serie de Netflix o hacer una rueda de prensa dirigida a los niños para comunicarles que Santa Claus no existe. 

No entremos en pánico, no hace falta encontrar una cura para el nuevo coronavirus. Solo nos hace falta aprender a convivir con él —como convivimos con el vecino que pone vallenatos a las dos de la madrugada— y mantenerlo a raya —como mantenemos alejado al tipo que te pregunta todos los días si quieres ser tu propio jefe—. Lo mismo hemos hecho con otros virus, como los de la influenza, por ejemplo. No tenemos una cura final para ellos, porque son muy contagiosos y mutan bastante rápido, pero todos los años creamos una vacuna para hacernos inmunes a las nuevas cepas. Así mismo, estoy seguro de que vamos a encontrar la manera para hacernos inmunes al vecino vallenatero y al fanático de los negocios piramidales, pero para eso hay que tener tiempo, unos buenos tapones para oídos y estar listos para apretar el botón de bloquear en el celular.

Lo cierto es que por más que se esfuerce el director de la OMS en hacernos pisar tierra, o comérnosla, dependiendo de cómo lo vean, estoy seguro de que aprenderemos a vivir con el SARS-CoV-2, así como hemos aprendido a vivir con nosotros mismos después de ver cómo nos vemos bailando una coreografía en Tik Tok.

Vamos a encontrar la cura y, si no logramos encontrar la cura por nosotros mismos, entonces las fuerzas divinas nos ayudarán a mantenernos con vida, porque nosotros no podemos morir. Este mundo no se va a destruir solo.

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