La gasolina frena regreso de autocines en Venezuela

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En algunas ciudades de países como Estados Unidos, Corea del Sur y Alemania los autocines no han dejado de funcionar. Este concepto se ha retomado en los últimos días en la mayoría de los países, incluida Venezuela. No obstante, con dos importantes obstáculos por superar: un espacio suficientemente amplio y la escasez de combustible.

El anuncio de la flexibilización de la cuarentena social a partir del lunes 1 de junio ha puesto a los comerciantes a trazar estrategias para recuperar sus finanzas. Habrá, eso sí, que mantener las mascarillas como principal elemento de protección, al igual que el distanciamiento social y lugares como bares, restaurantes, cines y teatros aún no se saben si abrirán sus puertas a media máquina o quedarán para una nueva fase. 

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Cines Unidos y Cinex tienen planes para darle luz verde al proyecto de rescatar los autocines en lugares como estacionamientos de universidades, en el caso de la Metropolitana, o de hoteles como el Tamanaco. Hasta el de Los Próceres ha sido considerado por la segunda compañía mencionada como un posible lugar de encuentro.

No obstante, una fuente que pidió mantener su identidad en reserva dijo que por los momentos no se anunciará nada «debido a que no se sabe qué va a pasar con el combustible”. “En el caso de Cinex, ellos tienen la experiencia de Evenpro (su matriz) para montar lo que sea necesario en un tiempo perentorio, pero nada hacen con abrir un espacio para autocine si el público no tiene gasolina para trasladarse», comentó.

Cuando estaban en furor, también daban la posibilidad de que alguien accediera al lugar sin vehículo. Pero en el caso de los espacios que se han mencionado, el acceso peatonal es complicado o el transporte público es complicado, sobre todo a la salida. «La inseguridad es otro detalle que debe tomarse en cuenta. No es lo mismo estar en el carro viendo una película en Alemania que en Venezuela», agregó.

El plan de Cinex contempla no solo abrir en Caracas, sino también en Valencia, La Guaira y Maracaibo a más largo plazo. Para su funcionamiento, los vehículos tendrán que mantener la distancia física entre uno y otro, sus ocupantes utilizar mascarilla al igual que los encargados de las caramelerías. Lo que aún no está definido es si estas tendrán una tienda donde se podrá hacer pick-up o solo funcionarán con delivery hasta el vehículo. Asimismo, según se conoció, se permitirá que los visitantes puedan llevarlas, porque es casi imposible impedir que lo hagan. No obstante, «todo dependerá, fundamentalmente, de la gasolina», dijo.

El proyecto también contempla que los fines de semana, luego de la última función, puedan hacerse unas suertes de after party con música en vivo.

La experiencia internacional

En la mayoría de los países, la vida útil de los autocines se extendió hasta inicios de la década de los 80 cuando el boom inmobiliario hizo que las grandes explanadas donde se ubicaban estos centros de entretenimiento perdieran su espacio para dar nacimiento a proyectos de vivienda.

No obstante, la pandemia del coronavirus ha puesto a todos los sectores a experimentar para resurgir luego de una época de confinamiento, la cual, sin duda, ha impactado en la economía mundial. El concepto de autocine ha sido desempolvado y muchos países anuncian que para sus etapas de flexibilización de la cuarenta será el modelo que apliquen.

Ya en Lituania, por ejemplo, algunos aeropuertos han sido convertidos en autocines, por cuanto no se sabe cuándo volverá con fuerza la actividad a esos lugares. En Estados Unidos, el Paramount drive-in theater no se ha detenido durante este tiempo.

El autocine nació en 1933 en New Jersey, cuando un hijo quiso facilitarle la vida a su madre, quien debido a la obesidad que padecía no se sentía cómoda en las butacas de las salas. Una pantalla en el jardín de su casa se convirtió en la idea que por más de cuatro décadas se mantuvo en el gusto de la gente.

En Venezuela, el autocine de Los Chaguaramos, inaugurado en 1949, fue el primero en abrir sus puertas. Hubo experiencias similares en gran parte de la ciudad, pero a finales de los 70 esos grandes espacios sucumbieron ante la arremetida inmobiliaria. 

Solo los que estaban en El Cafetal lograron durar hasta los años 90, cuando con un festival de rock en 1992 cerraron definitivamente sus puertas. 

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