El Covid-19 ha provocado profundos cambios en todo el mundo. Al extremo que hoy se debate sí la humanidad será la misma una vez superada la pandemia. Las medidas tomadas para enfrentarla han alterado la rutina diaria de millones de personas. El aislamiento social y confinamiento en casa nos ha obligado a cumplir una especie de condena de ocio forzado que ha tenido sus secuelas. Las repercusiones sobre la economía son el foco de atención de la mayoria, dejando relegadas a un segundo plano las demás restantes. Entre estas últimas figura el aumento de la sensación de ansiedad en la población. La recomendación más seguida contra la ansiedad, al margen de la prescripción médica, ha sido la realización de actividades recreativas en medio de las restriiciones existentes, tal como la práctica de cualquier pasatiempo, el cual puede comprender desde la lectura de un libro hasta compartir un juego de mesa en familia. Así el sano entretenimiento surge como recurso terapéutico en el tratamiento de la ansiedad.
Tal vez a sabiendas de eso Nicolás Maduro durante las cadenas nacionales de radio y televisión, se ha tomado la libertad de recomendarnos con cierta insistencia todavía DirecTV no había cerrado operaciones en Venezuela- ver programas en Netflix, obviando que no disponemos de un normal servicio de internet requisito indispensable para operar con la plataforma, ni tampoco con suficientes ingresos para la suscripción del canal. Basta citar que el Centro de Documentación y Análisis Para Los Trabajadores (CENDA) ubica la canasta alimentaria de abril en 28.972.732,90 bolívares, lo que representaba 116 salarios mínimos de aquel entonces. En presencia de tan dramática situación y ante el compromiso de honrar el tradicional aumento salarial del Día del Trabajador, Nicolás Maduro se limitó a elevar el salario mínimo integral a 800.000 bolívares el más bajo del continente americano, equivalalentes a tan solo $4,53 al tipo de cambio oficial de Bs/$ 176.566,10 vigente el 04/05/2020. La cruda realidad es que la gran mayoría de los venezolanos no cuentan con recursos ni siquiera para costear medianamente los gastos de alimentación, mucho menos los de transporte, vestido, calzado, asistencia médica-odontológica, medicinas, educación, pago de servicios y por supuesto recreación. En medio de semejante panorama Nicolás Maduro parece desconocer que el plan de Netlix más módico cuesta $8,99, un poco más de dos salarios mínimos integrales al tipo de cambio promedio de finales de mayo.
La insistencia de Maduro en que veamos Netflix revela su total desconexión con el pueblo venezolano. El divorcio existente entre ambas realidades, aunada a la crisis de todos los servicios públicos y colapso económico abona el camino para el cambio político. Sin embargo, la confluencia de esas condiciones por si misma no es suficiente para forzar la realización de elecciones libres, justas y transparentes única salida a la grave crisis nacional. El elemento clave para el rescate de la democracia es lograr la debida articulación entre el activismo político y el creciente descontento popular. Ese encuentro no tarda mucho en llegar. Está más próximo de lo que mucha gente imagina. Probablemente el régimen opondrá resistencia y eche mano de su único recurso disponible la feroz represión por parte de cuerpos de seguridad y colectivos, pero muy a su pesar ya se le hace tarde. En un mundo lleno de contradicciones e ironías no tendría nada de extraño que al cabo de unos pocos años, Netflix transmita la trilogía surgimiento, auge y caída del proyecto político de Hugo Chávez.
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