Igual que en las películas de Adrian Lyne (Propuesta indecente, Infidelidad, Atracción fatal, Nueve semanas y media), en esta mini serie latina, el sexo que siempre comienza siendo emocionante y divertido termina destruyendo a quienes hacen de él su principal objetivo en la vida.
Como en la más famosa canción de Maluma, el personaje de Jason Day en Jugar con fuego mantiene relaciones románticas con varias mujeres a la vez. Fabrizio está enamorado no de cuatro, pero sí de tres babys, dos casadas y una soltera que convertirán su vida en un pequeño infierno.
La serie se centra en los intereses eróticos de sus personajes. Inicia con una escena de sexo y sigue con muchas otras. En Jugar con fuego el erotismo es prioridad. Por eso las escenas subidas de tono son la excusa perfecta para contar una historia truculenta que genera muchas expectativas en sus primeros capítulos. Una historia turbia, pero con sentido, donde cada elemento tiene un motivo que llegamos a descubrir antes de su desenlace.
Esta ficción, versión de la producción brasileña Amores Roubados, protagonizada por Margarita Rosa de Francisco, Carlos Ponce, el ya mencionado Jason Day, Laura Perico y la venezolana Gaby Espino, es francamente emocionante y seductora, al menos en sus comienzos. La trama te hace parte de ella desde el inicio. Los personajes van cambiando mientras avanzan los capítulos y muestran nuevas facetas de su personalidad, lo que permite que llegues a empatizar con unos y odiar a otros.
Algunos son tan encantadores que te identificas con ellos, otros son tan despreciables que no tolerarás su presencia en pantalla. Sin embargo, todos generan una reacción. Jugar con fuego es una ficción que provoca emociones intensas.
Filmada en un formato de alta resolución, la nitidez de las imágenes de Jugar con fuego casi te hace sentir la brisa que roza el rostro de sus personajes. Casi puedes tocarlos. Se ve muy bien y con muy buena luz la desnudez de algunos.
Además la filmación está muy cuidada, así como las caracterizaciones de cada uno de los actores, todos muy convincentes en sus roles.
Aunque el argumento puede parecer baladí, las intenciones de los personajes no lo son del todo. Se entiende muy bien el hastío, el cansancio debido a la rutina matrimonial (en algunos casos) y el deseo legitimo por darle un giro a sus existencias que pueden ser monótonas.
El sexo libera energía y provoca entusiasmo a los personajes de esta ficción. Una alegría que les dura poco y sin embargo es la motivación fundamental para embarcarse en situaciones estúpidas y peligrosas.
La serie dura diez capítulos, de los cuales los primeros cinco no te dejarán moverte del asiento. Sin embargo, los últimos, aunque mantienen el ritmo, pueden llegar a ser decepcionantes, sobre todo, porque podrás adivinar el final.
Un desenlace que te otorga una sensación desagradable. Algo falta, algo se pierde en este relato cuando está a punto de finalizar, aunque lo que sucede puede parecer lógico, a fin de cuentas, es natural que quienes juegan con fuego terminen quemándose.
Jugar con fuego está disponible en Netflix.
Luisa Ugueto Liendo
@luisauguetol