Plan hegemónico de China se esconde en ayuda humanitaria por COVID-19

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A China se le atribuye haber propiciado el coronavirus COVID-19, debido a que los primeros casos salieron la provincia de Hubei y de su capital Wuhan. Por eso, el gobierno de Xi Jinping emprende una campaña que para algunos es una especie de cruzada de “control de daños”, que incluso contempla evitar decir la frase “el virus chino”, como ocurrió con “la peste española” a principios del siglo XX.

Desde mediados de marzo, el gigante asiático inició un programa de cooperación para ayudar a otros países –ya suma un total de 89 naciones- con el objetivo de vencer al coronavirus. En Europa está el respaldo que está recibiendo Italia, mientras que en América Latina el más notorio ha sido Venezuela, pero ya empieza a extenderse en toda la región.

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“Italia pidió ayuda a la Unión Europea (UE) y no la obtuvo; mientras que China le envió un avión con equipos médicos. Con este tipo de acciones intenta mejorar su imagen, porque sabe que al inicio no hizo las cosas bien por falta de transparencia y por no alertar lo que estaba pasando”, señaló David Kramer, investigador y docente del Steven J. Green School of International and Public Affairs de la Universidad Internacional de Florida.

En principio, este tipo ayuda humanitaria entraría dentro las consideraciones usuales que tiene la cooperación internacional, sin mayor trascendencia, si no fuera porque las propias autoridades chinas, sobre todo quienes manejan las relaciones exteriores, se han encargado de incluirla como parte de su agenda diplomática. Los mensajes incluyen comparar el respaldo que viene desde Beijing frente al que pueda provenir de Washington o Bruselas, en referencia a las omisiones de Estados Unidos o la Unión Europea (UE), que tienen sus propios problemas para enfrentar el coronavirus.

“La ayuda técnica demuestra los afectos y la hermandad entre ambos pueblos y también un claro apoyo al gobierno y al pueblo venezolano”, dijo Li Baorong, embajador de la República Popular China en Caracas tras el encuentro que sostuvo con la vicepresidente ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, cuando llegó la primera ayuda técnica para determinar el despistaje del virus. En una declaración posterior, a fines de marzo, cuando arribó el segundo cargamento del test, afirmó: “Estas son las prácticas para la construcción de la comunidad internacional, la humanidad y por el beneficio de todo el mundo”.

En cada una de las cajas que contienen los insumos médicos que llegaron a Venezuela, las autoridades asiáticas pusieron un rótulo con la bandera de ambos países seguida de una frase en español y chino que reza: “La unidad lo hace todo y, por lo mismo, debemos conservar este precioso principio”.

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En Europa, sin embargo, algunos sectores comenzaron a ver la asistencia china con cautela, suspicacia y alerta. En primer lugar, por la calidad de las pruebas de laboratorio, productos médicos y fármacos que ha enviado China tanto en donaciones como en compras que han hecho los gobiernos. “China muestra una política de mano abierta frente al mundo, pero parte de la ayuda que ha llegado a Europa y otros países no cumple con los estándares internacionales”, comentó Kramer.

El gobierno de Pedro Sánchez en España afronta el problema de haber comprado test de COVID-19 a una empresa china sin cumplir los estándares de calidad y eso ha obligado a la embajada de ese país en Madrid a aclarar que la compañía no tenía licencia para ese tipo de ventas. Las autoridades de Holanda tuvieron que devolver 600.000 mascarillas porque no lograban frenar el traspaso de partículas transportadas por el aire.

A lo anterior se sumó la queja del jefe de la diplomacia del viejo continente, el español Josep Borrell, en su cargo de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, señaló a sus colegas chinos de promover un relato cuyo objetivo apunta más a sumarse países aliados a costa de la asistencia para enfrentar el COVID-19, enmarcada por la ayuda humanitaria.

“Existe un componente geopolítico que incluye la lucha por influir, manipulando la interpretación de los acontecimientos y mediante ‘la política de generosidad“, advirtió Borrell. “China está lanzando enérgicamente el mensaje de que, a diferencia de Estados Unidos, es un socio responsable y fiable. En la batalla por el relato, también hemos visto intentos de desacreditar a la Unión Europea como tal y algunos casos en los que se ha estigmatizado a los europeos como si todos fueran portadores del virus”, puntualizó.

El poderío militar

Las acciones de respuesta para los europeos están limitadas, al igual que las de Estados Unidos, porque en ambos casos están centradas en atender el problema de salud que afrontan. En cambio, China puede permitirse esa embestida de ayuda humanitaria porque pareciera que ya está de salida, tiene bajo control al coronavirus y, por supuesto, cuenta con los recursos financieros.

“China está interesada en reducir el poder político de Estados Unidos y, por eso, desde hace tiempo tiene ambiciones que van más allá de lo económico. Usan esa influencia para tener una mayor presencia y expandir su poder político y militar; y con esta pandemia pueden ofrecer ayuda, como lo están haciendo con Venezuela, cuyo gobierno es autoritario y antinorteamericano. Ese mismo respaldo lo está dando a otros gobiernos similares, porque la democracia no es un valor para China”, afirmó Luis Fleischman, director del Palm Beach Center for Democracy and Policy.

“Todo esto ocurre dentro de un contexto en el que no se puede confrontar a China, porque existe una dependencia global con ese país debido a que se convirtió en el fabricante del mundo con su mano de obra barata. Ahora estamos viendo como este país utiliza eso para mantener al mundo como rehén”, añadió.

El experto hace referencia a la Iniciativa Belt & Route que lanzó el presidente Xi Jinping en 2013 para impulsar la inversión china en alrededor de 70 países principalmente en Asia, Europa y África, que plantea un mercado global, impulso a la infraestructura y la construcción de sistemas de transporte masivo, apoyo tecnológico y hasta modelos de integración económica.

En el caso de América Latina, menciona el apoyo a Venezuela desde 2007 para el otorgamiento de préstamos a cambio de petróleo. También indica como en los 10 últimos años China ya es un importante socio comercial e inversionista, que en algunos casos supera los flujos provenientes de Norteamérica. Todo esto ocurre en un escenario mundial donde Estados Unidos y la UE se muestran divididos por las discrepancias –incluso hasta personales- que se profesan el presidente Donald Trump y los jefes de Estados y gobiernos europeos.

“China, a pesar de que al principio escondió la enfermedad y eso propició que se expandiera, ahora aprovecha esta coyuntura del coronavirus para avanzar en ese plan de expansión. También se aprovecha de la actual coyuntura para acogerse a cláusulas de contingencia e incumplir el acuerdo comercial con Estados Unidos. Frente a todo esto, falta ver si finalmente los europeos se sumarán o no en la negativa del presidente Trump contra la tecnología de la empresa de telecomunicaciones Huawei. Hay que hacerse la pregunta: ¿Estamos dispuestos a aceptar o enfrentar esa hegemonía china?”, dijo Fleischman.

A criterio de los expertos, el secretario de Estado de Estados Unidos, Michael Pompeo, tiene el reto en medio de la actual coyuntura de darle prioridad a impulsar una política exterior dirigida a fortalecer las relaciones y la cooperación con los países de América Latina, al tiempo de tratar de recuperar parte del espacio que ha ido ganando China.   

En este sentido, forzar la salida de las pocas empresas norteamericanas que todavía tienen presencia en Venezuela sería un error, puesto que China y Rusia están muy bien posicionadas para tomar activos estratégicos como el petróleo, ya sea para saldar su deuda y/o para expandir su influencia y poderío.

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