«¿Puedo ir a su casa? Tengo dos semanas sin trabajar»

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«Buenas noches, ¿cómo está? La estoy llamando para preguntarle si mañana puedo ir a su casa, Tengo dos semanas sin trabajar, Además de aburrida, no he hecho nada».

La suave voz de Rosa Contreras casi suplicaba para que la dueña de la casa en la que limpia por días le dijera que sí. «No, Rosa. No es conveniente que vengas ni para ti ni para nosotros. Nosotros estamos tratando de cumplir la cuarentena lo más estricto posible. No recibimos visita, porque es un riesgo tanto para el visitante como para nosotros de contagiarnos. Lo siento», fue la respuesta que recibió.

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El drama de Rosa es el de muchas mujeres que se ganan la vida por día. Ella limpia seis de los siete días de la semana en casas de familia. Pertenece al grupo de «si no trabajo, no cobro», de allí su interés de saltarse cualquier recomendación sanitaria para evitar el contagio con COVID-19.

De ella depende su hija de 20 años de edad, quien trabaja en una tienda de ropa que, por la misma emergencia sanitaria, también está cerrada, y un nieto de año y medio. Su esposo, albañil, también está sin trabajo. Una realidad que se repite en decenas de hogares venezolanos desde que el gobierno declara la cuarentena social como la medida principal para detener la cadena de contagio del coronavirus.

El día de trabajo de una doméstica a destajo puede costar entre los 200 y los 350 mil bolívares (unos 3-4 dólares), de los cuales una buena parte lo destina para pagar el pasaje para trasladarse de su casa hasta el lugar donde trabaja. Por lo general, allí le dan desayuno y almuerzo, lo que también significa que, por lo menos en su caso, son dos comidas diarias por las que no tiene que preocuparse. Si no trabaja, son dos «golpes» (como comúnmente los llama el venezolano) que debe presupuestar. Al final de su jornada, una transferencia bancaria le abona en su cuenta lo que le alcanza para comprar, con suerte, un kilo de arroz y unos gramos de proteína para la comida diaria. 

«La entiendo», siguió la conversación entre empleada y empleadora. «Pero ya se nos está acabando la comida que nos quedaba y el poco dinero que teníamos de la última semana que trabajamos. ¿No sabe hasta cuándo va a durar esto?», preguntó Rosa, quien no es beneficiaria del CLAP, con la esperanza de recibir una respuesta esperanzadora. «No, en principio la cuarentena es hasta el 13 de abril», le respondieron. «Ah, pero como es este gobierno seguro la siguen. Ni modo, muchas gracias, hablamos en abril, chao».

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