Rusia e Irán protagonistas en el debate presidencial de Estados Unidos

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La política exterior siempre ha sido uno de los puntos focales de las campañas presidenciales en Estados Unidos. Pero en esta carrera de 2020, el coronavirus ha centrado la atención de ambos candidatos. En el último debate previo al 3 de noviembre, tanto Donald Trump como Joe Biden expusieron sus posturas frente a la nueva denuncia sobre una presunta interferencia de Irán y Rusia en las elecciones.

“Sabemos que Rusia ha estado involucrada, que China ha estado involucrada en cierto grado y ahora nos enteramos de que Irán también se ha involucrado”, aseguró el candidato demócrata. “Ellos pagarán el precio si soy electo”, puntualizó.

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El presidente Trump, por su parte, aseguró que el fin último de estas acciones es perjudicar su candidatura. “Nadie ha sido más fuerte con Rusia que Donald Trump”, arguyó hablando en tercera persona.

Biden considera que el objetivo es totalmente lo contrario. Aseguró que Moscú no lo quiere en la Casa Blanca, porque saben que sería muy estricto con Rusia. “Ellos saben que los conozco y ellos me conocen a mí”, dijo el exvicepresidente en el debate del jueves.

Para el politólogo y experto en relaciones internacionales Pedro Paul Betancourt, es lógico que ambos candidatos quieran colocarse como víctima de estas intervenciones. “Es entendible que ambos quieran asumir que son el objetivo, porque electoralmente les conviene”.

Pero independientemente de a dónde estén dirigidos estos ataques, Paul considera que el fin último está alineado con la estrategia geopolítica de Rusia e Irán contra el sistema estadounidense. “Intervenir en una elección presidencial de un país como Estados Unidos evidentemente una de las cosas que busca es dividir, fomentar adversidades, liderar separaciones y la inestabilidad del sistema democrático y del sistema político del país”, aseguró.

FBI e inteligencia denuncian interferencia

 Justo el día antes del debate, el FBI y oficiales de inteligencia aseguraron que Irán y Rusia estarían buscando interferir en el resultado electoral de noviembre. Denunciaron que la nación islámica es responsable del envío de miles de correos electrónicos a votantes registrados en al menos cuatro estados, incluidos Florida y Pensilvania, con el fin de intimidar y disminuir la confianza en el voto de los electores estadounidenses.

“Estos son intentos desesperados hechos por adversarios desesperados”, afirmó John Ratcliffe, uno de los principales oficiales de inteligencia de Estados Unidos, en la rueda de prensa. Junto al director del FBI, Chris Wray, indicó que ningún país que interfiera en las elecciones estadounidenses quedará impune.

Explicaron que tanto Rusia como Irán han obtenido datos de los votantes registrados, información que según ellos es de fácil acceso.

Aunque Irán era considerado como un actor secundario en ciberespionaje si se le compara con Rusia y China, este país sería responsable de los correos electrónicos que han recibido votantes demócratas en los cuales se les amenaza que, si no votan por Trump, “vendremos por tí”.

 Estos mensajes aparecen firmados por el grupo de ultraderecha “Proud Boys”, que se han identificado como seguidores del actual presidente.

Irán desmintió estas acusaciones a través de su agregado de prensa en Naciones Unidas, Alireza Miryousefi, quien a través de su cuenta en Twitter indicó que “a diferencia de Estados Unidos, Irán no interviene en las elecciones de otros países. El mundo ha sido testigo de los intentos desesperados de Estados Unidos de cuestionar el resultado de sus propias elecciones desde el más alto nivel”.

Por su parte, Paul considera que el gobierno estadounidense debe tomar una postura fuerte frente a estos regímenes. “Estados Unidos debe retomar el liderazgo que tuvo en el siglo XX, retomarlo con fuerza para liderar a todos los países occidentales y hacerlos entender que se enfrentan a una gran amenaza, una amenaza que está liderada por países como China, Rusia e Irán y también como Venezuela que se presta para ese juego”, argumentó.

Venezuela: política de estado

En los últimos años, el gobierno del presidente Trump ha aplicado una política de “máxima presión” en contra del régimen de Nicolás Maduro en Caracas. Sanciones a personas relacionadas a la estructura madurista, a la estatal petrolera Petróleos de Venezuela (Pdvsa) e incluso una acusación formal en contra del mandatario por presunto narcotráfico han sido claves en esta estrategia.

“El caso venezolano, si se asume como un peligro inminente para la seguridad nacional de Estados Unidos y como un punto clave para la estabilidad del mundo occidental, se tienen que tomar medidas, junto a los aliados, que sean políticas de Estado a largo plazo. Es decir, que independientemente el gobierno que venga o  que esté de turno, debe haber  un diseño de cómo debe manejarse la política exterior en el caso de Venezuela para alcanzar lo que todos quieren alcanzar en el mundo occidental, que  es que Venezuela vuelva a ser un país democrático, donde haya Estado de Derecho y donde se puedan perseguir a todos los grupos ilegales que hacen vida en Venezuela, desde el narcotráfico hasta el terrorismo”, explicó el también consultor político.

Y como parte de esta política de Estado, Paul considera que, independientemente de quién gane las elecciones de noviembre, las empresas estadounidenses presentes en Venezuela deben permanecer en el país ocupando sus posiciones estratégicas.

“Si tienes todavía estructuras, intereses, personal, cualquiera que sea tu presencia, lo peor que puedes hacer es retirarla, porque al hacerlo lo que dejas es un vacío que precisamente lo tomarán los países no alineados con quienes te estas adversando”, aseguró Paul.

Además, cree que esta presencia podría favorecer la necesaria reconstrucción de Venezuela. “Sería un grave error retirarse, porque hay que pensar en el día después de que logres llevar a Venezuela a la senda democrática, vas a necesitar de las capacidades en el lugar para poder restablecer la democracia y el sistema democrático”, indicó.

Voto latino y política exterior

El voto latino representa 13% del padrón electoral de Estados Unidos y para estas elecciones pasó a ser la minoría más grande en el sistema electoral, por lo cual su peso es altamente considerado por ambas campañas.

Para estos votantes, según un estudio del Pew Research Center, la política exterior es una de las prioridades a la hora de escoger a un candidato presidencial. Una de las razones, es que estos electores mantienen el interés en la situación de sus países de origen.

En caso de los votantes venezolano-americanos, este punto es de gran relevancia ya que terminan identificándose con quién creen que será más efectivo en lograr el restablecimiento de la democracia en Venezuela.

Paul considera que si bien la postura hacia el país suramericano debe ser una política de Estado, no partidista, dependiendo de quién resulte vencedor el 3 de noviembre, los mecanismos podrían variar, tomando en cuenta las posturas que históricamente han tomado republicanos y demócratas en política exterior.

“El presidente Trump tendría una posición más intervencionista en el caso venezolano. Biden tendría una posición, no de no intervención, sino que la forma sería más a largo plazo, a través de acuerdos de estabilidad, negociaciones diplomáticas, etcétera”, aseguró el politólogo.

“Yo no creo que después de 20 años todavía exista la posibilidad de un diálogo donde el régimen venezolano, que es un régimen forajido con alianzas criminales, respete algún acuerdo de ningún tipo”, agregó Paul.

Por esto considera que el tema del voto venezolano puede jugar  un papel  fundamental en el resultado electoral de noviembre. “La votación venezolana suele ser muy parecida a la cubana, (…) y su impacto es más que todo en el voto en estados como Florida, porque puede por uno o dos puntos, determinar a quién van esos colegios electorales tan importantes para ganar las elecciones”, aseguró.

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