Un acto de fe: La exhumación de José Gregorio Hernández

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    Seis hombres de traje negro con tapabocas y guantes azules rodean la tumba del doctor José Gregorio Hernández en la iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, donde los colores que brillan son los de las flores, amarillas y blancas. Levantan la piedra de mármol. Luego, la división de cemento. Mientras, suena Concierto de la Llanura, de Juan Torrealba, con arreglos de Cheo Hurtado y Décimas En Honor a José Gregorio Hernández, de Orlando Hurtado. A las 11 en punto de la mañana del 26 de octubre de 2020 se escucha por las cornetas: “La urna que contiene los restos de nuestro beato ya ha sido sacada del sepulcro”.

    El cardenal Baltazar Porras, quien corta las tiras que rodean la urna, explica que se ha cumplido con la primera parte del proceso de exhumación para “el próximo beato y el sábado 31 de octubre se le dará fin a este último paso antes de la beatificación a hacerse en 2021, Dios mediante”.

    La tapa de la caja de cemento donde están los restos del doctor Hernández, la cual en 1965 fue trasladada del Cementerio General del Sur a la iglesia de La Candelaria y mide 75 centímetros de largo, 44 centímetros de ancho y 30 centímetros de profundidad, es removida por los seis hombres de traje oscuro. Tres doctoras forenses se acercan con papel, bolígrafo y una linterna a inspeccionarla. A los pocos minutos los seis hombres proceden a cerrarla y el arzobispo Jorge Urosa le echa agua bendita.

    “Los invito a dar gracias a Dios por nuestro futuro beato. Te damos gracias por todas las cualidades en las que sirvió a todos los venezolanos, en especial por servir a los más necesitados, los más pobres. Así llegó a ser verdaderamente un hombre de Dios. Te pedimos que nos ayudes a imitarlo”, dice Urosa Savino.

    Los presentes suben al altar donde está la urna rodeada de flores blancas y amarillas y dieron honores al sepulcro. Los monseñores de otros estados del país, como José Luis Azuaje, Oswaldo Azuaje, Jorge Villasmil, Mario Moronta, Fernando Castro, Alfredo Torres y Manuel Díaz, fueron grabados con previa anticipación para la transmisión conjunta por medios televisivos nacionales y digitales.

    El monseñor Aldo Giordano, representante del Nuncio Apostólico, agradece al Papa Francisco por “el gran regalo de la beatificación del doctor de los pobres”. La firma de la máxima autoridad del Vaticano y de la Iglesia autorizó este proceso el 19 de junio de este año, día desde el cual la zona de la iglesia ubicada en el centro de Caracas tiene luz de manera ininterrumpida, lo que no ocurre en la cuadra siguiente.

    La “Ceremonia de exhumación de los restos del venerable Dr. José Gregorio Hernández”, como ha sido llamada oficialmente, se desarrolla en el natalicio del galeno que falleció arrollado en un accidente de tránsito el 29 de junio de 1919.

    Nuestra Señora de La Candelaria permaneció cerrada y acordonada los días previos a este evento. Solo se le permitió el paso al equipo que iba a trabajar allí. Y hoy la sede de largas columnas blancas, luces fijas que las iluminan, una pared de tonalidad similar al oro y la estatua de José Gregorio Hernández, tuvo reflectores azules, verdes y rojos; cuatro televisores para que los presentes, quienes vestían de blanco y negro, pudieran observar; y arreglos florales de llamativos colores.

    En el lugar estaba presente la niña del milagro, Yaxury. Viste un vestido rosa pálido, dos lazos que combinan con su vestimenta y suma a ella una mascarilla azul con un protector facial. También asistieron representantes de la Iglesia, doctores y el alcalde de Chacao, Gustavo Duque. Pero las palabras que repercuten son las del cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de Caracas, al decir: “La exhumación más que un simple rito es un acto de fe”.

    Creyentes acompañaron el proceso a las afueras de la iglesia

    Justo Santos está vestido con sombrero, saco, chaleco y pantalón negros, camisa blanca y corbata azul. En su mano izquierda sostiene un ramo de rosas blancas y una, roja, mientras que en la derecha sostiene un maletín del que guinda un rosario. El bigote no falta y tanto desde la lejanía como de la cercanía se comprende que decidió representar al doctor José Gregorio Hernández.

    “Se debe a la gran fe que le tengo. Y en este día tan especial, en el que exhuman sus restos, quiero llevar en el corazón ese sentimiento de él de llevar la salud a los pobres y representarlo es algo muy grande y más en un tiempo de pandemia, donde se debe tener fe de que esto va a pasar muy pronto”, dice Santos, al asegurar que está emocionado.

    Carmen Castro, también creyente, afirma estar “tan feliz” porque, al igual que Romero Erneseterino, tienen “mucho tiempo en la espera de la beatificación” de José Gregorio Hernández, y su exhumación era el último paso. Castro, quien usa un tapabocas verde, enfatiza que “Hernández va a tener la cura para esta enfermedad”, refiriéndose a la COVID-19.

    Erneseterino cuenta que está frente a la iglesia Nuestra Señora de La Candelaria porque es devoto de José Gregorio Hernández desde hace años y viene a acompañarlo alegre. “Este es un milagro de Dios que estábamos esperando desde hace mucho y ya era justo, ya era el día”.

    Entre la multitud también está Mildred Del Valle Rodríguez Bustamante. “Soy nieta de Fernando Bustamante, el señor que nefastamente atravesando la esquina de Amadores atropelló a José Gregorio Hernández. Mi familia y yo siempre vivimos en el anonimato porque fuimos muy buscados por la prensa. Y si José Gregorio llega a ser un santo, mi abuelo va a ser un mártir porque Dios lo puso en su camino para que el doctor llegara a ser santo. Y gracias a Dios hoy estoy con vida para poderlo ver al lado de Dios para que pueda ser beatificado. Ese es mi testimonio”, dice Rodríguez Bustamante quien se despide con un “amén”.

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