Vivir en El Valle se ha convertido en una angustia para sus habitantes

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La llegada del COVID-19, sin duda alguna, ha cambiado la rutina de todos los ciudadanos del mundo. En la ciudad de Caracas no es distinto; sin embargo, el anuncio de radicalizar la cuarentena hecho por Delcy Rodríguez en la tercera semana del mes de julio hizo que los habitantes de varias parroquias de la ciudad ahora vivan en una zozobra constante. 

Para los que habitamos en la populosa parroquia El Valle de Caracas, el día comienza a las 6 de la mañana, cuando al prender los teléfonos comienzan a llegar a los chat vecinales los siguientes mensajes de texto: “Buenos días vecinos, ¿cómo amanecieron, quién en la calle, pudieron pasar la alcabala de San Antonio? ¿Hay que irse hasta Coche para poder agarrar la autopista?  Ayer había mucha cola por Longaray, ¿será que es buena idea salir por esa vía?”.

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Las respuestas son variopintas: “Salí a la 5 y 30 y todavía los policías no habían llegado. Ayer salí y duré 2 horas en la cola para pasar para El Valle, hoy no salgo ni muerto. La camionetica me dejó en la parada de San Antonio y mi amiga tuvo que irse caminando hasta la calle 1 de los jardines, porque la policía no quería dejar pasar”. 

Todos se preguntarán por qué tanta gente se encuentra interesada en la salir a la calle, si estamos en cuarentena. Pues, muchas personas que viven en la parroquia pertenecemos a los sectores autorizados para transitar por la ciudad.  Tengo vecinos médicos, bioanalistas, militares, policías, encargados de supermercados y, en mi caso particular, soy periodista. Según Nicolás Maduro, las personas al identificarse como parte de los sectores priorizados, los funcionarios de los cuerpos de seguridad deben prestarles toda la colaboración para que puedan realizar el trabajo o, en tal caso, llegar al mismo. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente. 

Aunque no existe un decreto formal de aislamiento de la parroquia por el número de casos detectados de COVID-19, los funcionarios que se encuentran en las alcabalas colocan su propia ley. El carnet, la mascarilla y el salvoconducto, sellado y firmado, son las únicas herramientas que les permite a los que vivimos en El Valle poder llegar a casa de manera segura. 

Este jueves, aproximadamente a las 10:30 de la mañana, me propuse a realizar una diligencia dentro de la parroquia, específicamente en el centro comercial de El Valle. Necesitaba un medicamento y no podía postergar más la compra.  Al asomarme al estacionamiento vi la barricada puesta en la avenida intercomunal a la altura de San Antonio (donde comienza la parroquia) y de manera inmediata descarté ir en carro para evitar la cola y las explicaciones. El transporte público tampoco era opción, porque en el referido punto de control los funcionarios devolvían las camionetas. Si una persona tiene que ir hasta Coche y no toma la autopista, tendrá que caminar aproximadamente 40 minutos para llegar a su destino. 

La decisión obligada fue caminar. En el trayecto decenas de personas se quejaban de los puntos de control y el “abuso” por parte de las autoridades. “Esas alcabalas son puro show, porque aparece una camionetota de esas grandotas de enchufados y le abren el paso. A los policías no les puede pegar un poquito de sol, porque enseguida se pierden y cuando se hacen las colas de kilómetros, cuando la gente comienza a desesperarse y a tocar corneta, entonces agilizan un poco la cola”, decía uno de los peatones a la altura del barrio Las Malvinas. 

Al llegar al Centro Comercial de El Valle, luego de caminar unas seis cuadras aproximadamente, el control en la puerta era estricto. Sin embargo, solo exigían el uso del tapabocas, no tomaban la temperatura y tampoco colocaban el gel antibacterial. Al entrar al local de una conocida cadena de farmacias, el procedimiento sí fue el conocido por todos en esta época de pandemia: la temperatura marcó 36,3 grados y el gel fue ofrecido en abundancia. 

Dentro del establecimiento era obligatorio guardar el distanciamiento social. Luego de pagar la medicina, bajé un nivel por las escaleras debido a que los ascensores se encontraban apagados y logré comprar pan en uno de los tantos establecimientos que venden alimentos y que se encontraban abiertos.

Las peluquerías, tiendas de ropa, bazares, perfumerías y las agencias bancarias sí estaban totalmente cerradas, cumpliendo con la cuarentena radical activada por las autoridades sanitarias. No queda duda que los parroquianos salen con una sensación de angustia de sus casas, el mal humor o una reacción inesperada está a flor de piel, porque se desconoce el momento en el cual la policía manda a cerrar todos los establecimientos y todo debe hacerse rápido.  

Los rumores a la orden del día 

De regreso a casa, igualmente a pie, pasé por la estación del metro, la cual estaba cerrada. Tuve la oportunidad de hablar con un vendedor de mangos que se encontraba en el lugar y al preguntarle sobre esta especie de cerco sanitario que habían impuesto en El Valle me dijo lo siguiente:

“Aquí, en El Valle, no hay tantos casos como la gente piensa. El problema es que los más de 160 casos que hay en Fuerte Tiuna se lo están contando a El Valle, eso me lo dijo mi hija que vive en los edificios de la Misión Vivienda que están dentro del fuerte. Lo que tienen que hacer es cerrar el fuerte y dejarnos a nosotros trabajar tranquilos”, comentó. 

Al preguntarle hasta que hora estaría en el lugar, su respuesta fue clara y contundente: “Hasta que la policía nos corra. Ayer, antes las 12 del medio día nos estaban corriendo, esperemos que hoy podamos estar hasta la 1, porque lo que si no te puedo negar es que a las 2 de la tarde ya todo el mundo se recoge para su casa. La gente no quiere pasar por lo del martes, que la policía cerró El Valle y después nadie podía llegar”. 

Luego de conversar con el vendedor, seguí la ruta hasta la casa. Muchas personas a pie iban hasta San Antonio para tomar las camionetas hacia el este o el centro de la ciudad. Alrededor de las 11:30 am el sol era inclemente, los policías del punto de control cercano a mi residencia estaban debajo del techo de un kiosco, pero lo más absurdo de la situación es que en ese momento estaba activa la orden de nadie entra y nadie sale. 

Los carros que venían con destino El Valle, luego del Terminal de La Bandera, decidían devolverse y buscaban las salidas hacia la autopista Valle-Coche, pero también se encontraban cerradas.

Las tardes son desiertas 

Tal como lo comentó el vendedor de frutas, a partir de las 2 de la tarde, el número de personas que camina desde San Antonio hasta la calle 18 de los jardines de El Valle, frontera con la parroquia Coche, disminuye de manera drástica. Todo el mundo está convencido de que la única manera de poder llegar sin contratiempos a su casa es saliendo muy temprano y llegando a mitad de la tarde. 

Ya en la entrada de mi edificio, una vecina perteneciente al consejo comunal me informó que para el fin de semana se espera una nueva jornada de desinfección y despistaje para toda la parroquia. 

Hoy, más que nunca, estoy convencido de que las autoridades solo buscan que la gente se canse, que pierda la paciencia y no salga de sus hogares. Para algunos, quizás esta manera de actuar es la indicada, pero para otros, como los que pertenecemos a los sectores priorizados, los que deben salir a la calle a vender sus productos u ofrecer sus servicios para subsistir, no es la mejor manera de implementar la cuarentena. 

Ya van más de cuatro meses y todo apunta a que los controles se mantendrán hasta final de año. El llamado de los ciudadanos es que no sean tan drásticos con la cuarentena, pero que sí pongan mayor énfasis en los protocolos de bioseguridad para poder adaptarnos a esta nueva realidad sin ningún tipo de preocupaciones y traumas. 

Si no tiene nada que hacer en la calle, no salga, mantenga la cuarentena porque es el método más eficaz para no contraer COVID-19. Si necesita salir, haga lo humanamente posible y utilice el tapaboca, el gel antibacterial y el distanciamiento social. De estas dos maneras nos estamos ayudando todos.

No olvide ver nuestros reportajes en: www.hispanopost.com 

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